Semana de Música Antigua de Estella Lizarra

El León de Oro, coro a voces solas. Marco Antonio García de Paz, dirección. Programa: Obras de Victoria, Guerrero. Lobo y Thomas Tallis. Iglesia de San Miguel. 10 de septiembre de 2023. Llenos los bancos centrales (12 euros).

Después de escuchar al magnífico coro El León de Oro, sentimos que la gran polifonía española ha llegado a su mejor momento interpretativo. Victoria, Guerrero, Lobo… han encontrado unas versiones de su música que miran más a la emoción, a la profundidad del espíritu, a que el oyente sienta un especial acogimiento en las inigualables oleadas de música que ofrecen los polifonistas clásicos. Se sitúan en la justa medida, en el fiel de la balanza: ni la frialdad técnica del puro historicismo, que todo lo aplana un poco; ni el exagerado y pesante modo romántico de abruptos reguladores. Hemos estado los españoles algo acomplejados a la hora de interpretar a los insignes compatriotas, sin atrevernos a darles un carácter, digamos, más mediterráneo, más racial, más cercano al color y calor de nuestra forma de ser. El coro asturiano lo ha hecho muy bien: tiene de director honorífico a Peter Phillips, (The Tallis Scholars), de quien toma, como base, la depurada técnica, precisa, delicada y punzante, del mundo coral inglés, y, sobre ese estudio, ya de años, el actual director Marco A. García de Paz, ha sabido dar una sonoridad a su coro, amplia, con grandeza en la solemnidad de algunas, coloreada de claroscuros, que lo sacan de cualquier rutina, manteniendo el diapasón de la afinación a raya, y sin que nunca asome el cansancio a las voces.

El grupo se presenta con unas sopranos excelentes, que adquieren un vuelo en los agudos que elevan al resto del coro; unas altos excepcionales, sobre todo porque esta cuerda no suele destacar (el ataque en “Hei Mihi”, de Guerrero, fue de una calidez y carnosidad pocas veces escuchadas), los tenores también a la altura, salvando muy bien su papel de cimentar las obras a tres voces, sin bajos; éstos completan la solidez del coro; puestos a poner alguna pequeña pega, uno siempre desea un poco más timbre grave, pero, como ocurre en todos los coros del mundo, la voz de bajo se está perdiendo. 24 voces para un coro que, en muchos pasajes, son dos, como mandan las obras a dos coros. División que siempre resulta equilibrada: hay calidad para los dos.

Con estas mimbres el programa, elaborado sin concesiones a la comodidad, denso, y sin que bajara la tensión en ningún momento, discurrió con la seguridad del dominio de las partituras, pero, sobre todo, con la aportación de un fraseo magnífico por parte del director, con el tempo bien elegido para la fluidez y para la claridad: se entendía el texto. Y el público, desde el primer ataque, subido ya a esa sonoridad, sin ganas de bajarse. Se hizo corto, la verdad. Con detalles como la diferenciación interpretativa de la música de Tallis, tras la cual el vuelo de Victoria aún se nota más. El delicadísimo gregoriano de las sopranos (de coro de abadesas), el matiz fuerte, al que se llega con coherencia, pero al que no se renuncia, y la claridad de cada cuerda en ese juego de entrelazarse hasta el infinito. Ovación de gala. De propina, el “Regina Coeli” de Victoria. Broche, también de oro, para la SMADE.

No hemos podido asistir, ni dar cuenta, de toda la Semana. En algún concierto quizás, el público se haya hecho el remolón porque los intérpretes no tienen tanto nombre; pero una cosa está clara, aunque no sean “famosos”, no tengan cuidado, aquí la garantía es Raquel Andueza, la directora de la Semana, que conoce como nadie ese mundo. Hasta el año que viene.