Recién nombrada y ya chamuscada seleccionadora del equipo femenino español de fútbol: No le arriendo la ganancia, de verdad que no. Por más vueltas que le doy, soy incapaz de entender qué la movió a aceptar un cargo que, desde el asqueroso beso no consentido del incalificable Rubiales a una jugadora, es un seguro de sufrimiento personal, incomprensión popular y mediática y, como hemos visto, hasta desprecio público de las deportistas a las que tiene la encomienda de convocar, entrenar y dirigir desde el banquillo.

¿No le parece suficiente humillación que por lo menos 15 de las 23 llamadas le hayan sacado el dedo corazón? ¿Le vale con que acudan a su llamada a la fuerza? Si es así, adelante con los faroles, Usted sabrá.