Golpe de efecto

Escribía ayer en este mismo espacio que la abocada al fracaso sesión de investidura de Núñez Feijóo no parecía ofrecer ningún lugar para la sorpresa. Después de atizarme heroicamente entre pecho y espalda la primera jornada, mantengo lo dicho, aunque lo matizo. Sí, porque aunque no escuchamos nada que se escapara de lo previsible, tampoco esperábamos que el diputado socialista por Valladolid Óscar Puente se fuera a erigir en el protagonista de la función de la tarde. Fue, desde luego, una maldad –y yo diría honestamente que también una demostración de malas artes parlamentarias– por parte de Pedro Sánchez ceder la respuesta en la tribuna al exalcalde pucelano. Pero la jugarreta surtió efecto a tal punto que los discursos pasaron a tercer plano y cada dos por tres se citaba, a modo de lo que Hitchcock llamaba Macguffin, a Puente, pero no por su nombre y apellido sino por su condición de “diputado por Valladolid”. Y Patxi López, teórico portavoz titular, calentando banquillo.

La gran mentira

Bien pensado, puede que el desplante de Sánchez acabará obrando en favor del aspirante. Además de despertar una cierta compasión o quizá hasta una migaja de empatía, sirvió para eclipsar la absoluta nadería de su larguísima intervención inicial, basada en la repetición en bucle de media docena de ideas, la mayoría, falsas. De entre todas, la trola más descarada es la que pasa por ser la gran declaración de principios del gallego. Bajo diferentes formulaciones, Feijóo machacó la matraca de que, teniendo la posibilidad de obtener los votos suficientes para ser presidente, prefería no serlo porque “no estoy dispuesto a pagar el precio que me piden”. Se refería, lógicamente, a la negativa de satisfacer la exigencia de Junts de poner en marcha una ley de amnistía. Pasando por alto que esa negociación sería metafísicamente imposible, es obvio que si tal acuerdo se hubiera producido, inmediatamente Vox le habría retirado su apoyo. Así que tampoco le llegaría para ser presidente. De hecho, tendría incluso menos votos.

Autoenmiendas

El resumen, por lo tanto, es que con o sin diputado de Valladolid para animar la jornada, la primera sesión de la investidura respondió a todos los titulares que se habían anticipado. Feijóo se confirmó como aspirante a líder de la oposición más que como candidato presidencial. Y, de paso, como bien apuntó el portavoz del Grupo Vasco, Aitor Esteban, no dejó de hacerse autoenmiendas, proponiendo como futuras leyes medidas contra las que su partido ha venido votando sistemáticamente. En esto ha quedado el Efecto Feijóo.