La sociedad de nuestros días se asienta en los medios de comunicación que con su pluralidad alimentan las necesidades informativas de una ciudadanía a punto de saturarse de tanta noticia y opinión.

El desarrollo mediático de las sociedades democráticas ha empujado a los medios a complementarse con las opiniones de personajes vampíricos que han formado una casta casposa y multiforme que ha hecho de la opinión poderosa arma al servicio del ruido y el protagonismo de los nuevos oráculos. Son los opinadores, manejadores de intereses espúreos y bastardos al dictado de los dueños de empresas periodísticas y grupos de poder, engranaje de la información desinformación. El nuevo horizonte de los tertulianos ha decantado especímenes grotescos y mal encarados que convierten las tertulias en peleas de barrio frente a cámaras y micrófonos en la pista del circo mediático para el exabrupto, ataque indiscriminado y violencia verbal desatada.

Dotados de una excelente capacidad para no tener la boca cerrada, avivan la pelea con descaro y agresividad. Son marionetas de la actualidad que se enfrentan a temas con descaro y chulería, sabedores de todo e ignorantes de lo mismo. Capaces de acometer cualquier asunto que dicen conocer y dominar, se pasean por redacciones y platós cual personajes de feria parlanchines y asalta almas de la opinión pública que ofician la ceremonia de la confusión con estilo desgarrado y chillón. Charlatanes de barraca que venden su producto por un talego de doblones de oro, al servicio del Señor que los protege. Cada uno su especialidad, cada medio su titiritero, y todos contentos en la pelea donde se embarran y pierden la dignidad de la buena dialéctica y quehacer comunicativo.