La cumbre del clima que se está celebrando en Dubai ha puesto de manifiesto nuevamente un alarmante problema al que hasta ahora no se le ha puesto ni frenos ni soluciones: las emisiones de gases de efecto invernadero cuyo origen fundamental está en los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) que mueven la economía mundial. Esta es la causa también acelerado calentamiento global, que ha catapultado a 2023 en el año más cálido desde que hay registros. Un serio problema que muchos países no quieren abordar, algunos ni tan siquiera reconocer. En este contexto, que la reunión de la que deben salir acuerdos trascendentales para el futuro de la humanidad se celebre en Dubai y está patrocinada por uno de los principales productores de crudo parece de risa. Y para mayor choteo que su presidente sea el sultán Ahmed Al Jaber, director de la Compañía Nacional de Petróleo de Abu Dhabi. Además de ser el primer empresario que preside un cónclave de esta naturaleza. Es como si los alcohólicos anónimos celebraran sus reuniones en una bodega. No es serio, y genera más desconfianzas e incertidumbres, que un país petrolero dirija las complejas negociaciones. Y no invitan al optimismo ante uno de los retos más urgentes de la humanidad.