El tiempo de Ibarrola como alcaldesa –al menos por ahora–, ha llegado a su fin. La moción de censura que impulsan EH Bildu, PSN, Geroa Bai y Contigo-Zurekin para situar al frente de Pamplona a Asirón es el epílogo de una crónica anunciada desde hace mucho tiempo. Ibarrola llegó a la alcaldía simplemente por una cuestión de inoportunidad política en el momento en que se constituyó el Ayuntamiento de Iruña y desde entonces ha estado atrapada en la realidad de su minoría política con nueve concejales de UPN, y con suerte algunas veces el apoyo de los dos del PP, frente a una mayoría democrática de 16 asientos en la oposición. Seis meses de alcaldía en los que no ha sido capaz de llegar a acuerdos que le posibilitasen tomar de decisiones y el resultado ha sido de nuevo una Pamplona paralizada en las medidas y proyectos que exigen las demandas de la ciudad, de sus barrios y de los pamploneses y pamplonesas en este momento. Más aún cuando Iruña llegaba ya lastrada por la ineficaz y desastrosa gestión anterior de cuatro años de su compañero Maya como alcalde. Esa parálisis en la acción de gobierno municipal y la evidencia de que Ibarrola tampoco sería capaz de aprobar nuevos Presupuestos para 2024 –los actuales de Maya están prorrogados desde 2020–, y con un horizonte similar para toda la Legislatura hacían inviable su continuidad al frente del Ayuntamiento. El relevo en la alcaldía de Pamplona es inevitable y necesario en esas circunstancias, recupera la estabilidad institucional del Consistorio y refleja la normalidad democrática por la que apostaron muy mayoritariamente los ciudadanos en mayo de 20123. Lo que ha sido una irrealidad forzada han sido estos meses de gobierno de UPN en minoría. Nadie puede decir ahora que la moción de censura le ha pillado por sorpresa. El cambio es mejor para Iruña. Que acabe siendo bueno depende ahora del nuevo equipo de gobierno y del cumplimiento de los compromisos pactados en el Acuerdo Político que sostendrá a Asirón. Donde es claro también que el PSN ha puesto límites en temas como la Ley de Símbolos, el reconocimiento a las víctimas de ETA y el impulso al euskera. Es difícil de entender desde la realidad sociopolítica de Pamplona la estridencia y virulencia de las reacciones de UPN. Afirmar que el PSN ha entregado la alcaldía a los terroristas supera con mucho la crítica política. Es mentira y se asemeja a las amenazas de muerte encubiertas que acaba de lanzar Abascal contra Sánchez y debieran tener la misma repuesta judicial. Ibarrola no lo tenía fácil, pero tampoco UPN le ha ayudado. La mochila que heredó de Maya era un punto de partida ya complejo. Si se le suma que los discursos de Esparza o de Catalán alineados con la crispación, el insulto tabernario y la algarada constante que PP y Vox y sus medios extienden desde Madrid por todo el Estado no tienen buen resultado en una ciudad como Iruña o en una comunidad como Navarra, la cosa solo podía ir a peor. Insultar por sistema a Chivite y a Sánchez deja a UPN sin espacio de juego político y en manos de la peor derecha y ultraderecha. Los resultados electorales son claros. El nuevo escenario del juego para la política municipal de Pamplona está despejado y es ambicioso en sus objetivos. Nuevo tiempo y oportunidad para que Iruña avance y mejore como ciudad. El tiempo dirá.