Euskadiko Orkestra: sigue la gran forma

Juanjo Mena, en el primer concierto que nos ocupa, eligió obras, también, muy atractivas. Aunque Gabriel Pierné es más conocido por los organistas, su Obertura Ramuntcho se nos hace muy familiar por los continuos guiños al folclore vasco, y discurre muy agradablemente, aún en una primera audición para muchos. El concierto para piano y orquesta de Ravel, es otro delicioso plato para el oyente. La versión desde la batuta y desde el teclado de Alfonso Gómez, fue más bien tranquila, con lo cual nos dio tiempo a saborear el bellísimo y cuidado fraseo del pianista; y no sólo en el segundo movimiento: sentido, recogido, hermoso; sino también en el final, brillante, pero sin precipitación. Agradeció Gómez los aplausos con una propina del Ravel más joven. El Sombrero de Tres Picos fue una verdadera fiesta de la mejor música española. Juanjo Mena la ofrece con la gitanería incluida; con la parte cantada por la mezzo Clara Mouriz, que cumplió con plante y autoridad, en sus cortas intervenciones; con los olés de toda la plantilla, e, incluso, con su taconeo. Mena se implica tanto, que, creo, que su entusiasmo le llevó, casi, al borde del abismo en el complejo final, con ese rubato a la espera de la resolución de la jota, con la espectacular tímbrica creada por Falla. Pero fue un gozo escuchar con claridad a las maderas, las trompas, clarinete, oboe, corno inglés, fagote… el sonido abierto de algunos instrumentos… en fin la infinidad de colores de Falla.

También Juraj Valcuha (en el segunda cita que hoy nos ocupa) se tomó la sinfonía Titán de Mahler con una calma que aclara bien todas sus secciones. Con buen criterio se programó la sinfonía casi sola. Hizo una versión a su gusto; con sus acelerando puntuales y fundamentales hasta las explosiones sonoras. También insistió en el contraste fuerte – piano, con esos contados momentos en los que la cuerda se queda flotando en el pianísimo. El actual titular de la orquesta de Houston, incidió sobremanera en el sonido abierto del metal agudo, con unas trompetas a veces, muy incisivas. Pero es lo que pedía. Muy hermosa lentitud en el tema del Frére Jacques, servido nítidamente por todos, del chelo a la tuba, y unos acentos espectaculares en el cuarto movimiento. Fue de lo mejor de la tarde. El arrastre del sonido en las maderas; el compás cambiante que la orquesta sigue bien, la grandiosidad del final… todo queda claro en la versión del titular de la velada. Una versión extravertida, pero que se aplacaba súbitamente a ratos. Abrió la tarde El Preámbulo para una Solemne Ocasión de Aaron Copland, en recuerdo del 75º aniversario de la declaración de Los Derechos Humanos, con Mireia Gabilondo de recitadora. Bien. Que no se nos olvide hacerlos llegar a todos.