La advertencia ha llegado de la alta dirección del fútbol profesional español: van a perseguir a quienes vean los partidos sin pasar por caja. Señalan, en concreto, a los que recurren a páginas de internet o disponen de aparatos adquiridos en el mercado negro y que son bastante más baratos que la suscripción a alguna de las plataformas autorizadas. Ya es conocido que el balompié de alto rango, con nóminas desorbitadas, encuentra su principal fuente de recursos en los operadores de televisión. Los clubes venden el alma que antes era de los aficionados y dejan en manos de esas empresas la programación de los encuentros, el día y la hora. El fútbol pasa del estadio al cuarto de estar. O a la mesa del ordenador. El mar tecnológico se llena entonces de piratas. Y los propietarios amenazan con que el peso de la ley caiga sobre quienes les facilitan los barcos a esos bucaneros para navegar por la red.

Todos somos un poco piratas: por naturaleza o por necesidad. El fútbol por televisión cada vez es más caro. Y si una temporada el paquete incluía la liga inglesa, a la siguiente cambia a una plataforma vecina (a la que deberás abonarte si quieres seguir al City o al Liverpool). Más gasto. Así que no es extraño que mucha gente se trague sus principios si puede verlo gratis. Pasa la mismo con webs que permiten descargar películas de estreno o música. Según datos de 2023, la piratería digital supuso, en general, un perjuicio de alrededor de 2.000 millones de euros.

Pero no hablamos solo de fútbol. El pequeño fraude es algo común en diferentes facetas cotidianas con el pretexto de ahorrarse unos euros. Hay gremios que hacen trabajos sin extender facturas, personas que aceptan chapucillas que salen más baratas de lo que supondría pagar a un técnico acreditado, gentes con contactos que consiguen el mismo material más barato. Le llaman economía surmerguida, lo que en el contexto de este artículos podríamos traducir como piratas submarinos.

Y habría otra piratería: la de los manteros, la de quienes venden productos manufacturados en régimen de explotación, los que ofertan alimentos de aquí cuando son de más allá, la de quienes hunden al comercio de cercanía en portales de tienda on line… El que esté libre de pecado que tire la primera piedra.