Dicen las estadísticas, esa disciplina que a veces incluso refleja la realidad de lo que somos y nuestras circunstancias, que Navarra es la comunidad en la que la gente se siente más feliz. Según una encuesta del INE, el porcentaje de ciudadanos y ciudadanas en Navarra que afirmaron sentirse felices en las últimas cuatro semanas muy a menudo fue del 72,7%, mientras que un 25,9% dijo que algunas veces, y un 1,4%, nunca. No sé yo cómo se mide la felicidad, desde luego no con cifras con decimales, pero intuyo que la demoscopia no refleja la realidad de la sociedad navarra. La felicidad es la máxima aspiración de cualquier persona y viene determinada muchas veces por pequeñas, o grandes, según la escala vital de cada ser humano, variables difícilmente medibles. Es alimentada por nuestras vivencias, experiencias y bagaje vital cuando nos hacen sentir alegría, plenitud y bienestar, tanto a nivel físico como emocional. Por eso por eso extraña que con los miles de navarros y navarras que tienen problemas de salud, de trabajo, de vivienda, económicos, para llegar a fin de mes, o que padecen soledad, discriminación, rechazo u odio los sondeos reflejen unas cifras tan artificiales. Eso o que muchos se resisten a reconocer su infelicidad, aunque sea pasajera.