Quizás yo no tenga ni idea, pero sí una teoría. La izquierda soberanista lleva años pareciéndose al partido gestor en asuntos que la mayoría asume de facto en su cotidianidad, como el marco institucional y la vía pacífica. Este acercamiento no altera la vida de su seguidor finisecular ni le arruina la utopía del socialismo independiente. Puede anhelarlo como antaño. El partido gestor, a su vez, lleva años asemejándose a la izquierda soberanista, pero en temas sobre los que la sociedad carece de una postura unánime –inmigración, seguridad, política lingüística, de igualdad…–. Esta deriva afecta al día a día y modo de ver el mundo del votante tradicional, quien amén de quedarse huérfano ideológico se pregunta qué hace su partido por él en las distancias cortas. Ya no sabe si defiende la casa del padre. Lo que ve es que se viste con la ropa del hijo.

Así que la izquierda soberanista gana votos al renunciar a los dolorosos homenajes y acudir a los parlamentos con normalidad. Y el partido gestor, con su cesión, indefinición o mutismo en materias importantes, los pierde. En pleno Aberri Eguna celebró en las redes el Día de la Visibilidad Trans. De acuerdo. Pero también era el Día contra el Cáncer de Colon. Evitando ser viejuno se ha empeñado en ser viejoven. Y aún tiene suerte al beneficiarse, por un lado, del recuerdo de un horror que impide a muchos saltar a la competencia nacionalista; y, por otro, de la persistencia de un mojón identitario que disuade a otros muchos de pasarse a opciones llamémosle españolistas. Esas dos barreras atenúan la deserción, y ambas caerán. Yo me lo miraría.