Igual lo han leído porque es uno de esos flashes que te asalta apenas enciendes el ordenador, una miscelánea frívola pero que engancha. Yo me leo casi todo, desde el truco para eliminar la suciedad interna de la lavadora para que la ropa huela a limpia a la forma de resolver problemas que comparten Elon Musk, Jeff Bezos y Aristóteles o por qué las mujeres tienen los pies más fríos que los hombres. A veces la lectura se me va de las manos y acabo frente a un titular que promete contarme como ha vivido el rey emérito la boda del alcalde de Madrid. Qué necesidad. No estoy bien.

Rebobino. Les quería hablar del desafío de los 30 días de minimalismo. Consiste en desprenderse de cosas que no necesitamos. Una el primer día, dos el segundo y así sucesivamente. Si lo hacen, a final de mes se habrán liberado/librado de 465 objetos entre obsoletos, inservibles, duplicados, en desuso, aborrecidos, ridículos o estupendos, apreciados, de un gusto exquisito y valiosos pero que no necesitan o no volverán a usar. No sé si puedo liberarme de tantas cosas sin hacer trampa, por ejemplo, contar cien clips en lugar de una caja de clips. Pero es un reto que no me desagrada, sobre todo teniendo en cuenta que la memoria hará su papel y en dos días no me acordaré de lo que deseché. Esto es así. Ya he elegido y canalizado el primer objeto. Mañana ya veremos. Día a día.

Pero de verdad que necesito limpiar. Y, para ser franca, más de informaciones banales que de cosas. Tengo que ponerme a dieta de este picoteo que me descentra. No sé si les pasa a ustedes, pero a mí no me sienta bien. Al menos no a diario. Es como el azúcar, ¿no?