Una sociedad es más democrática en la medida en que su ciudadanía tiene la posibilidad de participar en los asuntos importantes. Lo saben bien en Suiza, donde todos los años someten a consulta popular numerosas cuestiones. Desde su fundación como Estado confederal en 1848, el país helvético ha convocado unos 700 referendos para dilucidar sobre temas bien dispares. Los más recientes fueron el pasado mes de marzo, cuando un 60% votó a favor de aumentar las pensiones, mientras un 74% se opuso a retrasar la edad de jubilación. El rechazo a limitar los sueldos de altos cargos, la aprobación del matrimonio homosexual y la inclusión de la bicicleta en la Constitución también han sido asuntos que este país ha decidido a través de consultas. En la mayoría de la ellas la participación rondó o superó el 50%, lo cual no está nada mal, si tenemos en cuenta que en Navarra un tercio del censo suele quedarse en casa cada vez que tiene una cita con las urnas.

Nuestros responsables políticos deberían tomar nota de que la convocatoria de referendos es sana y dejar de tenerles miedo pese a que ya sabemos que “las consultas las carga el diablo”.

Por aquí ha irrumpido como un huracán el debate sobre el futuro del Monumento a los Caídos. Y la discusión sobre qué hacer con este edificio de exaltación franquista no puede quedar limitada a lo que opinen las ejecutivas de los partidos políticos. Hay que abrirla a la sociedad.

Dice Asiron que “el mejor proyecto será el que decida la ciudadanía”, pero no ha descendido al detalle de cómo pretende canalizar esta decisión. A día de hoy, en Pamplona se puede votar la elección del cartel de Sanfermines y el lanzador del Chupinazo. Es hora ya de que este abanico se extienda mucho más. No hay que tener miedo a que la ciudadanía se pronuncie. Hay que confiar en la madurez de una sociedad como la nuestra, que está perfectamente capacitada para resolver cuestiones como esta.

Preocupa que, por lo que estamos escuchando en las últimas semanas, buena parte de la clase política no parece dispuesta a hincarle diente y opta por maniobras dilatorias ante un asunto con el que vamos muy tarde. Desde el 20 de noviembre de 1975 ha habido tiempo más que de sobra para abordarlo. No caben más retrasos.