Las urnas hablaron en la CAV y la ciudadanía vasca entregó la victoria al PNV que resistió el ascenso de EH Bildu en un recuento de infarto y tensión. Los jeltzales se imponen en votos y empatan a 27 escaños con EH Bildu y logran los dos objetivos que anhelaban en estos comicios: evitar el sorpasso y sumar de nuevo mayoría absoluta con el PSE –que pasó de 10 a 12 escaños–, para poder conformar por tercera Legislatura consecutiva un Gobierno de coalición entre ambos, sexto gobierno conjunto de 13. En todo caso, la satisfacción que mostraba la sede de Sabin Etxea el domingo por la noche, lógica porque le permitirá continuar con el relevo generacional de sus cuadros desde el poder, no debería evitar que el PNV tenga pendiente una reflexión sobre su adaptación a la sociedad de esas tres territorios en este presente. Una reflexión inevitable. Es evidente que el crecimiento importante de EH Bildu viene consolidándose elección tras elección y se sostiene en buena parte en la adaptación de su discurso y de su estrategia a las demandas y necesidades de las nuevas generaciones. Lo que han venido a llamar sus líderes paciencia estratégica. Basta ver el cambio del mapa electoral en la CAV desde 1980. Quizá las expectativas de las encuestas, que daban prácticamente por seguro el sorpasso al PNV en votos y escaños, y la realidad de que para una parte de la sociedad la mochila que arrastra por su posición histórica respecto a la violencia de ETA sigue siendo demasiado pesada, minorizan su ascenso. Pero, en este sentido al menos, el tiempo parece jugar a su favor. Ha ganado en Gipuzkoa y Araba y en la mayor parte de los pueblos de la CAV dominando buena parte del mapa municipal. Pero tiene otra reflexión pendiente e igualmente inevitable. Los socialistas son otra formación en alza y con el aumento de su representación exigirá también más presencia en el nuevo Gobierno con Imanol Pradales como lehendakari. Más aún viendo que el PNV ha retrocedido en cuatro escaños. El resultado del PSE es también aire para Sánchez en Moncloa. Y apuntala un poco más la cohesión de su Gobierno en Madrid a la espera del resultado de los comicios en Catalunya. El resto, más bien poco. El PP aumenta los seis parlamentarios que obtuvo hace cuatro años con Ciudadanos a siete, pero seguirá siendo poco relevante en la política de la CAV y no ha conseguido quitarse de encima a Vox, que resiste y resiste con su escaño por Araba, aunque permanecerá en la misma inutilidad política que los últimos cuatro años. Y el desastre, como estaba anunciado, llega de la mano de la llamada izquierda confederal, que tras la ruptura entre Elkarrekin Podemos y Sumar en dos listas solo ha sumado un parlamentario de este último partido quedando fuera de la Cámara de Vitoria el primero. El absurdo camino a la nada política también en la CAV como ya ocurriera en Galicia. Habrá de nuevo Gobierno de coalición entre PNV y PSE, como ya los hay en las tres diputaciones y en la mayor parte de los ayuntamientos y, a la espera del contenido de su programa y sus acuerdos, la estabilidad institucional continuará garantizada en el conjunto de la CAV como punto de partida importante para abordar los problemas, demandas y necesidades de la sociedad de esos tres territorios de Euskal Herria. No hubo sorpasso ni sorpresas.