El debate ético está ahí. Desafíos y riesgos. Crisis energética, envejecimiento y salud, cambio climático, educación y la mejora de la calidad de vida de las personas y de muchos profesionales son algunas de las áreas que pueden beneficiarse de los avances de la Inteligencia Artificial. Pero su uso político y propagandístico entraña muchos riesgos para la democracia como son la violación de la privacidad, la falta de veracidad y capacidad de difundir informaciones falsas o perpetuar prejuicios racistas. “El odio, la discriminación y la desinformación son amplificados y propagados por algoritmos de las redes sociales optimizados para maximizar la ‘participación’ por encima de todo lo demás”, advierte Amnistía Internacional. El mayor peligro de estas tecnologías, incluida la IA generativa (creación de imágenes, contenidos y, ahora, vídeos a demanda, no reales....) es la falta de regulación. Y la de la UE resulta -a juicio de AI- “imperfecta e incompleta”. Lo de menos es disfrutar en móvil de una secuencia (lo veremos pronto con el programa Sora de OpenAI) en el que mamuts caminan -por ejemplo- por el recorrido del encierro sin ser una película de ficción o que agencias utilicen a modelos-influencers virtuales -Aitana López con más de 300.000 seguidores- para vender productos, el problema es diferenciar lo real de la ficción. Como ‘Vídeo kills the radio star’... Esperemos que la IA no acabe ni con el periodismo ni con la verdad. Si ya las mentiras campan a sus anchas en muchos medios digitales con tal de destruir al adversario no quiero ni pensar qué ocurrirá con montajes de fotos o vídeos.