Cataluña acude este domingo a las urnas en una cita marcada por la incertidumbre. Las encuestas apuntan a una victoria amplia del PSC, pero no está claro que pueda formar Gobierno ni si habrá tampoco una mayoría alternativa. La sombra del bloqueo y de la repetición electoral ha sobrevolado toda la campaña.

Hay dos elementos que han marcado especialmente estas elecciones. De entrada, los cinco días de reflexión personal del presidente Pedro Sánchez, que han servido para polarizar la campaña en beneficio de los socialistas catalanes. El PSC se ha convertido en la referencia no nacionalista, desde aquellos que en su día votaron a Ciudadanos hasta una parte de quienes dentro del ámbito soberanista tras diez años de inestabilidad apuestan por una vuelta a la vía autonomista. De la mano de un PSOE que, más por necesidad que por convicción, ha tomado decisiones valientes para desinflamar el panorama.

Que Puigdemont no pueda pisar Barcelona evidencia la excepcionalidad política en la que todavía se encuentra Cataluña

El segundo elemento que ha condicionado estas elecciones ha sido la figura de Carles Puigdemont. Instalado en Argelès-sur-Mer, el expresident y candidato de Junts sigue en el exilio bajo amenaza de detención, a la espera de que se apruebe una amnistía que tampoco está claro que vaya a ser efectiva. Muchos jueces esperan a que pise suelo nacional para emprender nuevas acciones judiciales. Lo que da una muestra de la anómala situación en la que se encuentra Cataluña, y que no se va a solventar solo con las elecciones de este domingo.

La llave de ERC

Lo que en cierto modo se decide hoy es la dirección que toma la sociedad catalana ahora que de una forma u otra se cierra la etapa del procés. Con Ciudadanos devastado y con Vox y PP condenados a la irrelevancia, las dos únicas legitimidades que surgen como alternativa son las que representan el PSC y Junts, Salvador Illa y Carles Puigdemont. Lo que ha dejado en fuera de juego a ERC, atrapado entre socialistas y postconvergentes.

La independencia unilateral ha quedado aparcada en una campaña en la que se ha hablado de inmigración más que de la amnistía

No está claro qué hará el partido del actual presidente, Pere Aragonés, a partir de hoy. Según las encuestas, sus propios votantes se muestran divididos entre quienes apuestan por una vuelta a un tripartit, coherente con la política de alianzas que lleva en Madrid, y quienes prefieren una nueva apuesta soberanista que trate de forzar una negociación con el Estado. Si no de independencia, sí al menos sobre el reconocimiento de la identidad nacional catalana y una nueva financiación similar al Cupo vasco. Sin descartar una situación de bloqueo que lleve a una repetición de elecciones en octubre. De hecho, es probable que esta noche todo quede en el aire.

Las elecciones catalanas pueden suponer además la irrupción de una nueva fuerza de extrema derecha, la Aliança Catalana. Su influencia será limitada porque los principales partidos han descartado cualquier tipo de acuerdo. Pero ha logrado fijar la inmigración como tema central de la campaña, por encima incluso de la independencia o de la amnistía.

Se trata de un partido independentista y profundamente xenófobo que, a diferencia de Vox, rehuye de postulados franquistas, machistas y homófobos, lo que le puede abrir espacios sociológicos a los que hasta ahora no había llegado la torpe ultraderecha española. Y que no conviene subestimar porque el éxito de este tipo de movimientos no está tanto en su representación institucional, sino en la capacidad de arrastrar al resto de partidos políticos en una deriva que se impone cada vez más en Europa.

La gobernabilidad de España

En el trasfondo de todo, este domingo por noche se juega también la gobernabilidad de España. Un Gobierno de Illa supondría un aval para la estrategia de Pedro Sánchez en Cataluña, pero podría complicar la estabilidad en Madrid si ERC atribuye su caída a su colaboración con el PSOE y si Junts acaba en la oposición en el Parlament, lo que le empujará a hacer la oposición también en Madrid.

En todo caso, no habrá decisión definitiva antes del 9 de junio. Finalizadas las catalanas llegan las elecciones europeas, por lo que la toma decisiones quedará para después. Será entonces cuando Sánchez decida si le interesa seguir con una mayoría precaria como la actual o si se siente con garantías para precipitar un adelanto electoral para el que parece preparar el terreno.