Hace muchos años, V distribuyó entre quienes asistíamos a un curso un papelito que conservo como oro en paño, una expresión que también tiene su tiempo y que, por lo tanto, pega.

El papelito tiene unas medidas peculiares, 31 por 14,6 centímetros. Es decir, la largura sobrepasa la del folio y la anchura se queda corta. Lleva muchos años amarilleando y bien acompañado en la caja donde guardo cartas, notas y titadas indultadas en limpiezas sucesivas.

El papelito es una protoexcel escrita a máquina con disposición horizontal. Cuatro columnas y ocho filas, 32 casillas en total, contienen sintagmas nominales y verbales para apañar discursos. La primera casilla de la primera columna, Queridos pamploneses, da el pistoletazo de salida y, a partir de ahí, la elección sucesiva y aleatoria de expresiones correspondientes a las columnas II, III y IV produce textos convencionales, nada extraños. Del contenido no esperen gran cosa, esa es la realidad, pero las combinaciones son infinitas. Tal vez V considere darle una vuelta para actualizarlo con nuevas expresiones y giros como herramientas, recursos, gobernanzas, batallas culturales, relatos y cosas así.

Se preguntarán por qué les cuento que he dedicado tiempo a pensar en el papelito, lo he buscado y me he reído con él (y con otros tesoros de la caja). Les contestaré que me lo trajo a la cabeza la entrevista a una concejala del PSOE del ayuntamiento de Pamplona. Preguntada por si es posible resignificar Los Caídos, contesta que sí, que si se resignifica y con pedagogía dejará de hacer daño a las víctimas. Angelico.

Más que un lavado de cara al monumento parece una prescripción de fármacos para una parte de la población acompañada de abundante aparato verbal. Curioso. Pero, al margen de los juegos, la combinación de las palabras sigue teniendo su importancia, creo.