Un hombre es abandonado por su mujer. Recibe una herencia de alguien con quien nunca tuvo relación, su padre. Ni cuando era niño aprendió de él ni le duchó y alimentó cuando su padre volvió a ser niño. La cuestión es que una suma de dinero considerable aterriza en sus manos sin peajes. Quién no haya soñado nunca con algo así puede abandonar la sala. Con esa inesperada financiación se pone al volante de un Saab rojo fuego para recorrer América.

Viaja solo, se detiene donde quiere, duerme cada noche en un motel con la ligereza de haber puesto el marcador a cero y no pertenecer a nada ni a nadie. No es un mal punto de partida. A partir de ahí conocerá a un joven jugador de póquer y juntos cruzarán el umbral de una mansión de millonarios con el objetivo de hacerse ricos en una única partida. Pero ese umbral es otro tipo de puerta. Al atravesarlo la realidad tal y como la conocían se convertirá en otra materia. De esto va La música del azar, el libro llave con el que tuve la suerte de entrar en el austerismo a los veintipocos años y gracias a mi amigo Txampi, lector con criterio y muchas horas de vuelo sobre página impresa.

Entre otras cosas, Paul Auster era el rey del giro. Un puñado de sus protagonistas comparten identidad, hombres solos lastrados por una pérdida, una desgracia, un infortunio, hombres que vienen de sufrir y siguen ruta sin demasiada esperanza hasta que un gesto, una decisión, una llamada, los coloca en un escenario muy distante de lo conocido. No sé si a él le ocurrió algo así en 2022 cuando le diagnosticaron el cáncer de pulmón.

El mismo año su hijo falleció por sobredosis tras haber visto morir a su bebé por el mismo motivo meses antes. Paul no estaba solo, contaba con la compañía de la autora Siri Hustvedt, su mujer y la de su hija Sophie, actriz y cantante. Continuó por su carril, escribiendo, hasta principios de este mes. Acaba de salir su última novela, Baumgartner. Ahora que han pasado los reconocimientos he pensado en él. Muy agradecida, maestro.