Complicado oficio el de político. “Que trabajen en algo útil”, dirá el otro. Y muy peligroso. “Algo habrá hecho” replicarán sus detractores. Muchas veces no se recompensa con reconocimientos ni con salario. “Venga ya, ahora dime que están ahí por amor al arte...”, responderán las voces críticas. Estoy elucubrando por una coincidencia. Se cumplen hoy 56 años del asesinato del senador Robert Kennedy, aspirante a la Casa Blanca y abatido a disparos, siguiendo la trágica historia de su hermano, el presidente JFK.
Lo leo en las efemérides poco después de conocer el intento de agresión a Laura Borrás, presidenta de Junts, en un acto electoral. Nada que ver ambos casos en la trama y en el desenlace, pero su fragilidad personal queda a la vista, con guardaespaldas o sin ellos. Vean lo que le sucedió recientemente al primer ministro de Eslovaquia.
Y me vienen a la cabeza los 38 candidatos asesinados en las recientes elecciones de México. Y los atentados de ETA volviendo la vista atrás. Luego salen las encuestas y los políticos sometidos a examen de la ciudadanía rara vez llegan al 5 del aprobado. Yo creo que les importa poco ese juicio. El domingo, centenares de ellos aspiran a un escaño en el Parlamento europeo. No les arriendo la ganancia.