Si alguien lanzara una candidatura progresista y unitaria bajo el nombre de Empieza la fiesta quizás lograría el 97% de los votos (no el 3% del ultra Alvise) en Pamplona y posiblemente en una Navarra, siempre festiva, que se asoma, cansada electoralmente, a un verano en el que los chupinazos y los actos propios de las vacaciones llenarán la agenda mediática dejando la política en un segundo plano.

No hay que olvidar que el año pasado ya vivimos un verano inusual, con unas decisivas elecciones estatales en pleno julio y con una surrealista campaña electoral sanferminera. O que este año en la vecina Francia, Macrón ha convocado la segunda vuelta de unos no menos decisivos comicios el 7 de julio para estupor de media Baiona, que también vio como el jacobismo parisino les obligaba adelantar las fechas de sus fiestas, coincidiendo con la segunda parte de los Sanfermines. Algo que nunca había ocurrido. Tendrán que elegir.

Como elegir es lo que hemos hecho millones de europeos y europeas la pasada semana en la cita electoral que ha dejado una importante resaca a todos los niveles. Parece que por primera vez la resaca ha llegado antes de la fiesta. El parón estival debería servir a la ciudadanía y la clase política para reflexionar tras lograr lo que apenas es un aprobado rascado en “democracia” en junio. Y septiembre está a la vuelta de la esquina con nuevas amenazas.

Pero antes de eso, está bien hacer un análisis autocrítico y reflexivo sobre lo sucedido este 9 de junio. Una reflexión que se puede abordar desde el ámbito social y territorial pero también desde el generacional. El binomio “psicología-sociología”, como explicaba recientemente Daniel Innerarity en estas mismas páginas, al decir que “la política es una cuestión de psicología y no tanto de sociología”, es un punto de vista interesante para descubrir la estrategia ultraderechista de confundir el ámbito individual con el colectivo, lo emocional con lo racional.

Además, una mirada geográfica, no tanto geopolítica, sino más apegada al territorio nos debería dar que pensar en torno a mapas muy claros también por aquí, con la gran diferencia entre el norte y el sur, no solo de la Península Ibérica sino también con un fenómeno similar en el mapa foral si miramos a algunas localidades de la Ribera, donde esa sigla dobla o triplica la media navarra del Se acabó la fiesta. Por no olvidar una perspectiva generacional: ¿A quién votan los y las jóvenes si es que votan? Así que este verano, fiesta sí pero política también. Es el momento de la reflexión y la acción para que todo esto no acabe en un Pobre de mí de la izquierda y un nada festivo chupinazo mundial de la derecha y la ultraderecha.