No sé cuándo empieza la berrea, pero está claro que el cerdeo ya ha comenzado, si es que alguna vez para. Imagino que los meses más fríos no son tan propicios para esta práctica animal y profundamente enraizada en los genes de algunos especímenes bípedos que habitan esta gloriosa osa osa ciudad, pero ya mediado junio y con temperaturas a las tardes-noches y noches relativamente agradables es cuando los pequeños abejarucos, que diría el bueno de Rodríguez de la Fuente, salen de sus madrigueras y ponen por ejemplo Navarrería hecho una puta mierda de restos de sus festejos. Un amable tuitero lo dejó patente la mañana del viernes, colgando unas cuantas fotos en la red X, fotos que no son nada nuevo pero que siguen siendo el claro ejemplo de que el civismo de algunos es inversamente proporcional al número de abrevaderos alcohólicos y de viandas que hay en la zona más saturada de la ciudad. “Una pasada lo que los vecinos nos encontramos al ir a trabajar cada viernes. De vergüenza...”, decía el texto del vecino que puso las fotos, que podría ser cualquiera otro. Me acuerdo mucho de los difuntos y añorados hermanos Calleja, que vivían allá, y que solo perdían su genial flema británica cuando de la invasión de ultracuerpos y del cerdeo se trataba. No sé, la verdad, qué se puede hacer en situaciones así, puesto que no soy experto en cómo abordar de una manera eficaz que la gente comience a dejar los lugares por donde pasta de una manera lo más parecido a cuando llegó posible, pero lo que sí sé es que es inadmisible. Sea Navarrería, sea Estafeta, San Nicolás, San Gregorio o las calles que más afectadas se vean. El ayuntamiento tiene que ponerse las pilas con esto y pergeñar ideas porque no es de recibo que haya vecindarios de segunda o de tercera división que tienen la certeza de que sus derechos son mucho más bajos que los de otros contribuyentes. Hay que hacerlo ya.