Escolanía y Coro Juvenil del Orfeón Pamplonés

Director: Juan Gainza. Piano: Jonathan Milla. Programa: Obras de Byrd, Cornish, Mendelssohn, Gilpin, J. Guerrero, Spevacek, Ishimaru, Azurza, Sermisy, Brahms, Randall, Aita Donostia, Arch, Barret y Schmitt, Los Beatles. Lugar: Iglesia de San Jorge. Fecha: 8 de junio de 2024. Incidencias: Lleno. Entrada libre.

En mis tiempos de escolano (hace más cincuenta años), todo era solemnidad y quietud en los conciertos, tanto en el repertorio religioso, como en el profano. Hoy día, casi todos los coros infantiles y juveniles añaden, a su actuación musical, una coreografía –sencilla y, normalmente incidiendo en el ritmo–, que aporte vistosidad a lo que cantan. Esto ha ido a más desde que la pedagogía musical y las visitas frecuentes de coros europeos, sobre todo nórdicos, al festival de Tolosa, abrieron al movimiento –sincronizado y disciplinado, eso sí–, la escalonada quietud de los coros. Otro rasgo fundamental que ha cambiado el ambiente de las escolanías con respecto a las tradicionales, es la ampliación del repertorio a lo que con cierta imprecisión llamamos El Musical, que, para el repertorio que nos ocupa, se nutre de las bandas sonoras y de los teatros de Londres, Broadway, etc. Así pues, hemos llegado a un punto en el que el repertorio se reparte entre la tradición de la música culta europea –profana y religiosa–, y la irrupción del musical. Y ahí están los directores de estas escolanías, luchando para conservar lo primero, normalmente más peliagudo, técnicamente hablando; y programar lo segundo, que, de entrada, parece atraer más a los más jóvenes.

La comparecencia de la Escolanía y del Coro Juvenil del Orfeón Pamplonés, en el concierto de fin de curso, ha sido una evidente muestra de lo dicho. Junto a la extraordinaria y compleja partitura de Las lamentaciones de Jeremías de Randall Stroope; escuchamos el desahogo lirico-romántico de la banda sonora de El Gran Showman, de Benj Pasel y Justin Paul. Bien. Digamos aquello de que todo está bien si se hace bien. Y, efectivamente Juan Gaínza, titular de la velada, muy bien asistido en algunas obras por el pianista Jonathan Milla, demuestra un extraordinario dominio de campos tan eclécticos y diversos. Con verdadera admiración, todo hay que decirlo, por el enorme trabajo que hay de fondo. Los coros le respondieron francamente bien.

LA ESCOLANÍA

Sale, disciplinada, a escena cantando un canon bien armado, con la segunda voz muy presente. También va a lucir muy bien a dúo Ah Robin de Cornish. No renuncian a un coral de Mendelssohn (Elías), educación fundamental para el conjunto, y se sueltan en el resto del repertorio, con piano, donde no faltan los golpes de pecho, los suspiros, los corros que forman en danza de tradición judía, y las entretenidas Habaneras de Carnaval de Azurza, con las que interactúan hasta teatralmente. El público, que llenaba la amplia iglesia de San Jorge, encantado.

EL CORO JUVENIL

Luce una buena preparación vocal en las mujeres: las sopranos suben con facilidad y perfecta afinación al agudo, y la segunda voz está muy equilibrada. Las voces masculinas están menos hechas. Pero todos resuelven lo que, para mí, fue la cumbre del concierto: el empasta generoso y de hermoso sonido, de Brahms; y, sobre todo, Las Lamentaciones de Stroope: una obra al estilo (para entendernos) de Los Salmos de Stravinsky, que bordaron en toda la complejidad de cambios rítmicos, entradas sorpresivas, y comprometidos agudos donde sobresalieron las sopranos. Siguieron, entre otras obras, el Iru Txito muy bien cantado, en la tradición fuerte-piano; Indodana: bella melodía sobre boca cerrada, con un delicado pianísimo final; y un fiestero tema de los Beatles, donde los intérpretes disfrutan de lo lindo. Y, también, los oyentes, que les ovacionaron con fervor.

De propina la mencionada banda sonora de El Gran Showman: con solista, guitarra, chelo, Coro Juvenil y Escolanía, juntos. Fácil de escuchar. Gustó mucho.