Ha terminado el mes de las urgencias y, ahora sí, asoma la semana del gran estrés anual. Qué mejor entorno para destinar esta última columna a mi personal revisión del pasado reciente y constatar la tendencia de ciertos asuntos a repetirse, a enquistarse. No sé la de años que han sido necesarios para buscar solución al uso (mejor dicho, abuso) del frontón Jito Alai –una de las poquísimas zonas de juego del Casco Viejo de Pamplona– como aparcamiento por la cara en ciertos días de pelota en el Labrit y no sé el tiempo que todos venimos penando –y penaremos– por el continuo cierre de veteranos comercios en la ciudad. Valgan sólo tres ejemplos recientes: el restaurante chino de Estafeta, Jitu en Mercaderes y la querida librería Abarzuza en la Cuesta de Santo Domingo. Por cierto, tampoco sé si se logrará frenar la creciente implantación de pisos turísticos en el centro o si el fenómeno continuará en alza, incluso de manera vergonzosa entre alojamientos fuera de la ley. Los Caídos, su posible resignificación o la simple demolición, son causa de polémicas y enfados, de manifiestos y de faltadas. Está claro que al Ayuntamiento no le queda otra que meter mano a ese mamotreto. Ya me voy, no sin antes guardar la última línea para recordar el drama y la atrocidad: ¡Palestina aurrera!
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