El PP ha sido siempre una máquina de generar independentismo. Su recurso ante el Tribunal Constitucional del Estatut –que los catalanes habían aprobado en 2006 mediante un referéndum que obtuvo un abrumador apoyo del 74%– fue el caldo de cultivo que generó lo que hemos conocido como el procés. Los de Génova no solo consiguieron unir bajo una misma pancarta a todo el espectro catalanista –desde CiU hasta ERC, incluidas asociaciones como Òmnium Cultural–, sino también a los socialistas y al espacio que hoy representan los comunes.
Las consecuencias de aquello son de sobra conocidas. Ahora es obvio que aquella etapa está enterrada salvo para la derecha, que quiere seguir exprimiendo el limón de la discordia. Hace unos días fue Dolors Montserrat, a quien el PP presenta como voz autorizada para hablar de este asunto por su condición de catalana, la que aseguró que “el procés ha vuelto por la puerta principal de la Generalitat de la mano de los socialistas”.
Y el sábado fue el propio Feijóo quien hizo un paréntesis vacacional –dio una entrevista sin quitarse las gafas de sol– quien dijo que la investidura de Illa es un “’procés fiscal” que precede a la convocatoria de “un referéndum” para “decidir sobre la independencia de Cataluña”. No hay que tenerlo en cuenta. Su aseveración simplemente responde a apelar con nostalgia al tiempo del procés pensando que esa agitación da réditos electorales en otros territorios del Estado.