Ha vuelto a ocurrir y llevamos 35 muertas en lo que va de año. La última, asesinada en Santutxu, llevaba doce años con su agresor y no había denuncias previas. Son muertas no muertos quiero recordarle a la presidenta madrileña Isabel Ayuso que acaba de anunciar la apertura de un centro para hombres víctimas de violencia sexual. Qué vergüenza! Estaría bien que siguiera el caso de Gisèle Pélicot, la mujer de Aviñón a la que su marido drogaba con ansiolíticos -viva de milagro- para que la violaran otros hombres mientras la grababa: “La vergüenza debe cambiar de bando”, dijo tras decidir celebrar a puerta abierta las sesiones del juicio en el que los 51 presuntos violadores se sientan en el banquillo. Cierto que no todas las víctimas han querido dar ese paso, no todas han sentido el mismo respaldo (La Manada, etc...). Como tampoco sorprende los testimonios de los agresores y su justificación para entender ese “pacto patriarcal” que existe en nuestra sociedad y que tan bien describe la activista Bárbara Tardón. Un monstruo (Dominique Pélicot) y 50 aprovechados (bomberos, soldados, camioneros, un experto en informática..de 26 a 74 años) que no se sienten violadores. Pero la mayoría de agresiones se cometen por hombres conocidos y, muchas veces, dentro del matrimonio. Le recomendaría también a Ayuso la película Romper el círculo -Blake Lively- donde el maltratador se escapa de estereotipos. Un buenorro encantador que sufrió un trama en la infancia y bla, bla... Nadie sospechó tampoco nunca de Dominique Pelicot. Las cifras de muertas solo muestran la punta del iceberg de una violencia machista estructural.