El Parlamento de Navarra acordó, en un hecho inédito, vetar la tramitación de una moción de Vox para su posterior debate. No sé si hay algún antecedente semejante en una Cámara que tramita todo tipo de mociones, preguntas, comparecencias, declaraciones institucionales, etcétera de todos los grupos parlamentarios. El texto de Vox era un compendio de bulos, de falsedades y de acusaciones sin pruebas que trataba de vincular directamente la inmigración ilegal con la delincuencia y la criminalidad citando textualmente apuñalamientos, agresiones sexuales y machetazos. Los datos objetivos y estadísticos, tanto policiales y judiciales como sociológicos, desmienten esa tesis desde hace años, también en Navarra, pero en la política actual es un valor que dé igual la verdad si la mentira es lo que sirve para impulsar su discurso en la opinión pública. Es, en efecto, una moción de mierda que rezuma xenofobia y rechazo al diferente y que si no es un presunto un delito de odio, se le parece mucho. A estas alturas parece difícil considerar que esos planteamientos pueden estar amparados por la libertad de opinión, la libertad de expresión o la crítica política. Su contenido textual y su intencionalidad política va mucho más de los espacios de protección de las libertades. No todo es aceptable ni está legalmente protegido. Que este debate haya coincidido con una nueva tragedia en el mar, en este caso ante las costas de la isla canaria de El Hierro, que ha dejado decenas de cadáveres bajo las aguas del Atlántico pone aún más de manifiesto el desvarío de la moción. Aún así, tengo dudas del veto acordado por la mayoría democrática parlamentaria –UPN y PP se sumaron a Vox y defendieron tramitarla–, pese a que la letrada de la Cámara señaló que más allá de su contenido cumple los requisitos jurídicos. Quizá porque el PP y en cierta medida también UPN se han ahorrado así exponer sus propias posiciones en este debate. El cordón sanitario a la ultraderecha es necesario e importante, pero no es suficiente, como se comprueba en cada proceso electoral en toda Europa, donde pese a ello la ultraderecha sigue avanzando en votos. Es también necesario competir esa palabrería infame con discursos, propuestas y planteamientos realistas, sin demagogias. No basta solo con descalificar, hay que responder con hechos y medidas que desmonten esas palabras y que trasladen a la opinión pública suficientes certezas para permitir crear criterio y opiniones alternativas. Y lo mejor es hacerlo desde los espacios de debate público. En la discusión democrática se retrata su miseria y mentiras. El fracaso de la estrategia de Vox en esta tierra es una buena prueba de ello. Deambula sin pena ni gloria por la política navarra porque la sociedad navarra está formada y tiene conciencia democrática y porque sus mensajes ultras tienen poco que ver con esta Navarra. Quizá sea mejor confrontar en las ideas y en el debate político que rehuirlo. Las miserias políticas si son públicas son miserias más grandes. Y tengo dudas también porque cuando se pone límites al debate democrático y a los derechos y libertades se sabe como empieza, pero no como acaba. Se ha visto en este mismo Parlamento años atrás cuando se vetaban mociones, sesiones de trabajo o comparecencias. Es más fácil y democrático ganar este debate a la ultraderecha.