Parece que fue hace mucho tiempo, pero solo ha pasado un año. Un año desde la moción de censura en Iruña. En estos meses se han hecho ya muchos análisis políticos, y habrá, seguro, valoraciones ciudadanas para todos los gustos. Aquella no fue una moción de censura más. Fue un giro total. Sacudió el tablero político local y tuvo ecos estatales. Pero mirando hacia atrás, a mí me viene de nuevo a la cabeza una frase ya casi olvidada que fue el colofón del discurso de la alcaldesa saliente, que trasciende lo político, conecta con lo social y nos lleva a una reflexión más allá de debates municipales.

Aquella desafortunada frase, la de “nunca sería alcaldesa con los votos de EH Bildu. Prefiero fregar escaleras”, que, más allá de intenciones o contextos, hacía de menos a una profesión tan digna como la de las limpiadoras, (uno de los sectores más precarizados y feminizados) fue un síntoma de algo más profundo. Salimos de la pandemia, otro fenómeno que parece ya lejano en el tiempo, con una deuda pendiente con aquellas profesionales esenciales. ¿Se acuerdan? Esos y esas trabajadoras y trabajadores hasta ese momento invisibles que se antojaron imprescindibles para que la vida continuara en esos duros momentos.

Y ahí estaba el sector de la limpieza, aunque poco queda ya de aquellas merecidas alabanzas. La vida recuperó su “anormalidad” y la escalera social recuperó su pendiente. Esa cuesta por la que nuestra ex alcaldesa resbaló con su frase, un titular que quedará para la hemeroteca de ese día. Ojalá 2025 sea un año en el que la única escalera que haya que subir sea la de San Fermín. Emociones en vez de mociones. Porque pronto es 1 de enero y entonces sí, ya falta menos.