Los que estamos hartos de muchas convenciones humanas –¿a quién se le ocurrió que los años empiecen en pleno invierno y no al principio de la primavera? ¿En qué cabeza cabe que un día comience a las 12 de la noche, salvo que seas un vampiro?– sufrimos también cuando en el deporte le llaman a las cosas por nombres distintos a lo que son.

Que en el fútbol navarro la Autonómica esté por encima de la Preferente es no entender el concepto preferente; y no, la París-Roubaix hace mil años (más o menos) que no sale de París sino de Compiegne, a 85 kilómetros. Pero para disparate eso de seguir llamando Rally Dakar a una carrera que no acaba en la capital de Senegal (y ni siquiera en África) desde hace ya 18 años.

¿Tan difícil era buscarle un nuevo nombre (Rally del Desierto, de las Dunas, de las Palmeras o de cualquier otra cosa exótica) que sirva para cualquier escenario? De convención en convención hasta el absurdo final.