Ya no son teorías conspiranoicas, ni tesis doctorales, ni ensayos de pensamiento político, el mundo afronta un cambio profundo en su estructura sociopolítica, económica, informativa y territorial en el que las libertades, las leyes y las reglas están siendo eliminadas una a una. Las denuncias de Macron y Starmer contra la ofensiva ultra de Musk sobre su intervencionismo en la política europea, ahora con la vista puesta en las próximas elecciones en Alemania, sitúan el debate público ante dos cuestiones de este presente: la realidad de unas democracias liberales imperfectas y en retroceso y ahora heridas y desgastadas y un ataque indisimulado de la internacional reaccionaria desde EEUU a la Unión Europea.
Y también reflejan la cada vez mayor debilidad de la influencia de la vieja Europa en el escenario internacional. Basta ver cómo a la queja de Macron y Starmer le ha llegado como respuesta la decisión de Zuckeberg de que las redes de Meta (Facebook e Instagram) se unan a X de Musk y abandonen las regulaciones europeas que garantizan la protección de los datos de sus ciudadanos. Esas leyes son un obstáculo para el negocio y los intereses políticos que alimenta y es más rentable dar vía libre a las fake news.
No es un debate sobre libertad de expresión, sino una cuestión simplemente de poder y dinero. La nueva deidad de este siglo XXI. Todo en apenas unas horas y coincidiendo con la caótica conferencia de prensa de Trump, al más puro estilo Milei, para anunciar los primeros objetivos de su Gobiernos en el marco internacional a solo 11 días de su toma de posesión como presidente de EEUU. Las anexiones de Groenlandia y del Canal de Panamá, la reducción de Canadá a un nuevo territorio de EEUU y el cambio de nombre del Golfo de México por el de Golfo de América.
Para Trump, América no es un continente, sino los EEUU que vienen en su mente. Todos los implicados han rechazado sus intenciones y las amenazas que les acompañaban. La lucha desde la democracia contra esa inmensa campaña internacional de desinformación con fines de influencia y objetivos ideológicos es el principal reto de este presente. Una batalla política, humanista y ética. Esta alianza entre las corporaciones tecnológicas y sus engreídos multimillonarios propietarios y el fanatismo ultra busca un nuevo mundo en el que el autoritarismo, el belicismo y la ausencia de regulaciones sustituyan a las democracias, las leyes y y los derechos y deberes. Sus palabras suenan como un eco de maldad en lo que significan en sus cabezas.
Y a eso se dedican sin tapujos ni medias tintas: a mostrar en público sus intenciones de subvertir el orden internacional, eliminar las garantías y valores democráticos e imponer una distopía en el que cada cual sobreviva como pueda. La necesidad de un enemigo es fundamental y en ello se centra la desinformación masiva generada en las redes sociales para alimentar esas emociones, un vomitorio de frustraciones que abarcaba desde la política a la economía, el deporte, la violencia, la guerra, los derechos de las mujeres... Son productores constantes de bulos y campañas colectivas de manipulación de la realidad y de intoxicación social para propagar todo tipo de discursos de odio entre los seres humanos con informaciones o datos falsos. De nuevo, la realidad supera a la ficción. Vamos a asistir a hechos y cosas inéditas. Y no para bien de la Humanidad.