Falta una semana para la toma de posesión de Donald Trump, el segundo presidente en la historia del país que no cumple dos mandatos consecutivos, sino que, al igual que Grover Cleveland en 1892, regresa a la Casa Blanca tras un intervalo de cuatro años.
Trump llega en momentos de crisis por los incendios en California, que han destruido más de diez mil casas en zonas lujosas, valoradas en varios millones de dólares cada una, con daños estimados en más de 150.000 millones de dólares, pérdidas que, junto a las tragedias personales porque los incendios han costado varias vidas, han generado intensos debates políticos pues muchos achacan este desastre a las políticas de medio ambiente en el Estado de California.
Pero al margen de la situación del momento, los frentes políticos del país se mantienen sin grandes cambios, aunque los protagonistas ya no sean los mismos.
Los votos de los inmigrantes, especialmente hispanos, así como de las clases obreras, e incluso parte de la población negra, han cambiado de signo y abandonado su apoyo casi uniforme por el Partido Demócrata: los populistas de hoy son republicanos, de clase trabajadora, que siguen a un hombre que nació millonario y ha amasado miles de millones.
El ex y futuro presidente Donald Trump llega a la Casa Blanca el próximo día 20 de manera muy distinta a lo que fue su primera etapa, de 2017 a 2021: su victoria, inesperada y mínima hace ocho años, fue esta vez contundente y por encima de las perspectivas de sus colaboradores, por mucho que sorprendiera, especialmente fuera de Estados Unidos.
Ganó a pesar de todos los tropiezos que puso en su camino el Partido Demócrata y el presidente saliente Joe Biden, quien había hecho todo lo posible por tenerlo como rival, el candidato al que más fácilmente creía poder derrotar.
Un error garrafal del que el Partido Demócrata no consiguió recuperarse, a pesar de cambiar de candidato en el último momento y cifrar sus esperanzas en la vicepresidenta Kamala Harris quien, aparentemente, tenía grandes ventajas, tanto por ser mujer como por ser una candidata de color.
A los demócratas les falló todo: la persecución judicial que Biden lanzó contra el magnate sirvió para presentarlo como una víctima de los poderes establecidos, mientras que la economía no acabó de despegar, y Kamala Harris resultó tan escasa en dotes intelectuales como Biden en capacidades físicas y mentales.
Tampoco sirvieron los esfuerzos de los medios informativos estadounidense, en su mayoría favorables a los demócratas y que hoy todavía no comprenden el voto del país, que ven como derrota propia.
Pero si el panorama político ha cambiado al poner en manos de Trump y de colaboradores como Elon Musk y Vivek Ramaswamy, dos millonarios que ofrecen sus servicios de forma gratuita para transformar las instituciones del gobierno, las riendas del poder no han cambiado y simplemente esperan adaptarse a un futuro panorama.
Las esperanzas más inmediatas de los demócratas están en el Congreso, donde los republicanos tienen una mayoría escasa en la Cámara de Representantes que podrían perder fácilmente. Aunque esto no ocurra, les puede resultar difícil impulsar sus reformas y la oposición demócrata puede incluso paralizarlos si, como ya ha ocurrido en muchas ocasiones, algunos miembros no siguen la línea de su partido a la hora de votar.
Su otra esperanza está en los poderes establecidos, por mucho que Donald Trump y sus colaboradores hayan prometido desmantelar sus estructuras. Es algo fácil de decir y difícil de hacer, pues las burocracias son fuertes y favorables al Partido Demócrata, con gran experiencia para bloquear cualquier iniciativa que les perjudique y con grandes resortes legales para protegerse de cualquier tipo de acción negativa.
En el caso de Trump es especialmente cierto, pues tan sólo puede quedarse en la Casa Blanca por un solo mandato, toda vez que este es su segundo término presidencial: teóricamente es de cuatro años, pero en la práctica puede ser de dos: porque los altos cargos políticos tratan ya de situarse en un futuro gobierno y también porque en dos años hay elecciones legislativas y lo tradicional es que el partido que ocupa el poder pierda escaños en el Congreso, lo que pondría a los republicanos en minoría.
Pero todas las previsiones son ahora dudosas: con alguien tan imprevisible como Trump y con las fuerzas que le han devuelto al poder, todas las hipótesis quedan en suspenso.