Leí con interés la carta al director que tres representantes de Bildu publicaron en este medio, en la que detallaban el proceso jurídico y legislativo por el cual ellos creen que el acuerdo al que se ha llegado de resignificar los Caídos era la única opción viable y factible y, por decirlo claramente, realista. Cabe decir que la retahíla de sucesos jurídicos detallada era de tal volumen que hacía prácticamente ininteligible a un ciudadano medio el poder seguirla, situación en la que me hallé yo al poco de comenzar a leer. No sé, la verdad, pero tengo para mí que el problema está en las propias legislaciones a las que hay que referir el tocho, en la medida en que cualquiera con dos dedos de frente sabe que esas piedras son un monumento de exaltación franquista, así digan los tribunales misa en arameo. Y así digan las leyes y los catálogos patrimoniales municipales lo que digan acerca del edificio, que es protegido como si fuese la catedral de Milán o el acueducto de Segovia, cuando no deja de ser un penco elevado en 1952 con nula o poquísima valía arquitectónica. Da la sensación de que ni Geroa Bai ni Bildu han querido o tenido ganas de embarcarse en una, con perdón, cruzada mayor y que ante la posición del PSN han optado por el mal menor, que no es otro que vestir al penco y poco más, cuando en cualquier lugar sin tanta historieta legal el bicho podría ser tirado y dejado un espacio hermosísimo y elevar ahí algo nuevo, reconfortante y luminoso. No manifestaron los representantes de Bildu cuáles hubiesen sido sus preferencias de no haber habido escollos legales, pero imagino que tirar abajo, algo que, no obstante, no dijeron, pero como han entrado en la fase del posibilismo político pues se aferraron a lo difícil que es o sería dar con todas las llaves necesarias. Lo acojonante también es que el PSN, con miles de muertos en las cunetas, quiera seguir viendo ese oprobio.
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