Esto fue el martes o el miércoles pasado y lo he recordado al leer sobre la cumbre de patriotas celebrada en Madrid. Llovía y me había sentado en un bar a tomar un té. En la mesa de al lado había dos hombres de ¿algo más de setenta? Parecían amigos, tomaban café y compartían una característica que envidio, les bastaba con la cazadora para dar cara a los pocos grados de la calle.

Yo estaba a lo mío hasta que escuché la frase que pronunció el más cercano a la puerta: Cuando Dios hizo el mundo, no hizo un hombre de barro, tuvo que hacer muchos. Mientras decía esto, hacía con la mano el gesto de espolvorearlos sobre la mesa. En la cumbre borrascosa habrá habido creacionistas, pero este hombre, no sé, no daba ese perfil militante. Partía del creacionismo, eso sí, pero empezaba a enmendar su literalidad afirmando, y con toda razón, que con un solo hombre (y su correspondiente sola mujer, que, todo hay que decir, obvió) no se puebla un planeta.

Lo soltó con la tranquilidad con la que habría dicho que la lluvia estaba llenando los pantanos. Con calma comparable respondió su compañero que empezó más o menos contándole que un tal Darwin había descubierto en las Galápagos que no nos hicieron tal cual, que primero hubo bacterias y virus, luego animales y después ya las personas. Que somos fruto de la evolución. Y así quedo la cosa, porque no hubo ni réplica escandalizada ni preguntas curiosas y pasaron a otros ítems.

Se lo cuento porque me parece una perla. Contemplo la escena y me da ternura. Uno dice algo, otro que sabe más lo pone al día (de 1859 a 2025, 166 años de nada) y tan amigos. Ay, si todo fuera tan sencillo.