Europa no lo tiene fácil. El mundo está cambiando, y ya es otro. Si Europa no lo tiene fácil, Ucrania, menos aún. No valen los mismos discursos que tampoco le han valido a Europa en este convulso siglo XXI. Soy un europeísta convencido. De sus valores originales, de su Estado de Bienestar, de sus compromisos con la legalidad y el derecho internacional y los derechos humanos, pero conforme los intereses económicos y las obligaciones de la geopolítica han llevado a Europa a dejar de ser lo que apostó por ser, su función en el concierto internacional ya no tiene credibilidad y su influencia depende de otros.
Lo hemos visto en el triste papel que ha jugado la UE ante el genocidio en Palestina, por citar uno de los hechos más recientes y aún vivos. Por supuesto, voté cuando me preguntaron no a la OTAN y voté no a Maastricht, esos caminos ha llevado a Europa hasta la crisis política, social y económica de hoy. Por supuesto, tengo cero sintonía con Trump y con todos los satélites que están avanzando por Europa con discursos similares. Pero la Europa de hoy y sus principales dirigentes solo van a ahondar en ese camino a ningún sitio a costa del proyecto europeo y de los intereses de los ciudadanos europeos. Las reuniones entre dirigentes europeos se limitan a un bla, bla, bla –como sobre Palestina o sobre las crisis comercial, sanitaria o energética recientes–, para apoyar a Zelensky tras el desastre de su encuentro con Trump y a mostrar públicamente una imagen de desunión y contradicciones constantes que se han ido agrandando con los años. La invasión ilegal de Ucrania se solucionará como todos los conflictos, con un acuerdo de alto el fuego y una paz posterior en el que unos saldrán mejor y otros peor parados. Siempre ha sido así, menos para los miles de muertos que han caído en las trincheras o los bombardeos. Serán el precio en víctimas humanas del beneficio de quienes han ganado miles de millones con una guerra más. Y no parece que el griterío belicista en favor del gasto armamentístico que exponen Von der Leyen, Macron, cuya formación política quedó en tercer lugar en las últimas legislativas en Francia, o Starmer, Primer Ministro de Gran Bretaña que ni siquiera forma parte de una UE desde 2016, puedan liderar una estrategia con un mínimo de eficacia interna.
Ni ellos ni sus hijos van a ir a la guerra y nadie creo que esté dispuesto a enviar a sus hijas e hijos a morir en las trincheras. Las reuniones ya no son de Unión, sino de partes de la UE y ni siquiera los que asisten comparten opiniones sobre la senda adecuada. Y hay países que están más cerca de Trump o de Putin que del discurso oficial a la opinión pública europea. Trump logró más del 70 millones de votos en EEUU, pero es posible que sus actitudes le resten popularidad, pero eso no es suficiente si Europa no recupera una imagen política y ética de honestidad, bienestar, progreso, eficacia y solidaridad. La imagen hoy de la UE y de sus principales representantes en el mundo están muy lejos de eso. Y también repensar que Rusia es parte de Europa y ha formado parte durante siglos de los acontecimientos que han construido la Europa actual y que Putin no será inmortal.
Recuperar el diálogo y los compromisos de seguridad, comercio y colaboración será un camino que mejor antes que después se tendrá que explorar.