A veces, la justicia poética transita y se convierte en justicia histórica. Porque la historia, como dice Gabriela Wiener, solo le da la razón a los heroicos y los románticos. Quizá por eso, el Ayuntamiento de Pamplona ha querido reconocer a Paquita Bretos incluyéndola en el callejero de la ciudad. Ese lugar donde la historia continua su viaje, como un río implacable y lento. La calle que llevará su nombre sustituirá a la del General Los Arcos. No sé si Paquita Bretos (Pasai Antxo 1927-Pamplona 2024) se supo heroica o sintió romántica. Pero su vida fue así. Porque sobrevivió a una guerra privada de cuidados. Su padre fue asesinado en la tapia del cementerio de Trujillo en 1937 y su madre encarcelada en Ondarreta en 1938. Con diez años ya sabía que su vida sería como sentir el vértigo a cámara lenta. En 1938 se trasladó a Pamplona donde vivió con su abuela materna. Con solo catorce años participó en las redes de evasión y resistencia contra el franquismo y el nazismo ayudando a muchas mujeres y hombres a cruzar la frontera entre Quinto Real y Urepel. Ese ir y venir entre montañas la convirtió en una pionera del alpinismo popularizando este deporte entre las mujeres. Junto a Ángel Olorón, impulsó en 1971 la construcción del refugio de Belagoa. Con 93 años, Paquita, acudió a la nueva inauguración (2020) donde fue homenajeada. En la actualidad dicho refugio se denomina Paquita Bretos-Ángel Olorón. Dice la derecha navarra que Paquita Bretos no “posee una trayectoria personal y vital que justifique una democión honorífica de este calado”. El General Los Arcos fue un militar afecto al alzamiento fascista que participó en las primeras operaciones de guerra del País Vasco de 1936. Sostener hoy que el tipo en cuestión debe seguir en activo, no solo es saltarse la ley. Es peor. Es apuntarse a la ofensiva legislativa contra la memoria y la reparación.