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El farolito

F.L. Chivite

A hueco

A hueco

Solo se puede leer, decía Borges, por placer. A nadie se le puede obligar, claro. Eso ya lo sabemos. Si tú prefieres ser un garrulo, pues muy bien, adelante, Lutxo, le digo a Lucho frente al escaparate de la librería, aprovechando que ya es primavera y me siento inspirado por la diosa. No obstante, como dijo Marco Aurelio, o tal vez Apollinaire, uno es lo que lee. De modo que, en buena lógica, no leer viene a ser como no ser. Porque leer no es leer, solamente, claro. Lees lo que lees más todo lo que tú mismo escribes en tu propio cerebro al mismo tiempo. Que es otro tanto o más, Lutxo, viejo y maltrecho gnomo. Ahora bien, si a ti no te gusta leer, como dices, pues nada. No leas. Pero no te jactes, esa es la cuestión. No alardees de no leer, retorcido endriago reseco de los páramos. De eso no se puede alardear, es muy de Vox. Y tú eres un sencillo conservador sensato, sin más, creo. Y que conste que a mí me parece bien que haya que conservar algunas tradiciones, desde luego. Pero no leer, no puede ser una tradición, Lutxo, no sé si me explico. Y si lo es, debería estar muerta y enterrada. La tradición de no leer, digo, me entiendes, ¿no? Si realmente es una tradición (yo espero que no), debería estar muerta y enterrada. Hay tradiciones que no deben perderse, por supuesto. Como asar los pimientos en fuego de leña. O el correspondiente almuerzo con huevos fritos y patatas. Hay tradiciones sagradas, me temo, lo sé. Pero no leer, no. Eso no es ninguna tradición. No sé si fue Umberto Eco o Cioran el que dijo que la lectura es una necesidad biológica de la especie. Puede que lo dijeran los dos. Cada uno a su manera, desde luego. De todas formas, como bien dijo el gran Lichtenberg, cuando una cabeza y un libro chocan y suena a hueco, la culpa, por lo general, no suele ser del libro, le digo. Y me suelta: Esperemos que sea para bien.