Vivimos tiempos en los que cada vez se habla más de liderazgo humanista, de propósito, de sostenibilidad, de empresas con sentido.... no puedo evitar pensar que todo esto ya lo ha venido diciendo, con otra profundidad y desde otro lugar, el Papa Francisco. Su pontificado no solo ha renovado mi fe, sino que también ha inspirado mi manera de entender el trabajo, el liderazgo y la gestión de personas.

Y es que la fe no se queda en las sacristías ni en los domingos. También se vive en las oficinas, en los despachos, en los equipos y en los consejos de dirección. Cuando Francisco nos instó a soñar y crear otra economía creamos el Hub vasco de la economía de Francisco. Hace tres años tuvimos la oportunidad de compartir sueños, anhelos, esperanzas y utopías con él y cientos de jóvenes en Asís.

Hoy, ante el vacío de su ausencia, pero con la presencia de su profundo legado, quisiera compartiros algunas notas sobre el impacto que tuvo en mí.

1. Iniciar procesos, no ocupar espacios

Francisco nos decía que “el tiempo es superior al espacio”. Es una idea profundamente evangélica y estratégica: no se trata de controlar todo ni de imponer la propia agenda, sino de iniciar procesos, de sembrar, de apostar por lo que perdura.

En la gestión empresarial, esto implica salir de la lógica del control absoluto y del corto plazo para apostar por modelos de liderazgo que favorezcan procesos sostenibles, espacios seguros, la autonomía y madurez de los equipos, la innovación y la generación de culturas organizativas saludables.

El buen líder no es el que controla cada espacio, sino el que inicia procesos que generan vida.

2. Vivir desde la esperanza

La esperanza, virtud teologal y actitud humana esencial, ha sido otra constante en el mensaje de Francisco. Vivimos en un mundo herido y fragmentado, pero siempre hay motivo para esperar, para confiar en que el bien tiene la última palabra.

En la empresa, la esperanza se convierte en visión. Es la capacidad de mirar más allá de las crisis, de sostener a los equipos en los momentos difíciles y de apostar por proyectos que, aunque inciertos, merecen la pena.

Un líder con esperanza inspira, sostiene y contagia.

3. Ser un pastor con olor a oveja

Una de las imágenes más recordadas de Francisco es la del pastor con olor a oveja. Un líder no puede dirigir desde la distancia, ni vivir ajeno a la realidad de su gente.

Esto se traduce en liderazgos cercanos, empáticos, que conocen a sus equipos, que escuchan, acompañan y comparten alegrías y dificultades. No se trata de mandar, sino de acompañar, de estar presentes.

Los equipos no necesitan jefes ausentes, sino líderes humanos.

4. Cuidado de la casa común

El Papa Francisco siempre fue radical en su defensa del medioambiente y del cuidado de la creación. La tierra es un don de Dios y tenemos la responsabilidad de preservarla.

Esto exige integrar la sostenibilidad en la estrategia, asumir compromisos medioambientales reales y cuidar no solo los resultados, sino también a las personas y al entorno.

5. El buen liderazgo hoy es necesariamente ético y sostenible

La fe se vive desde la alegría, no desde la resignación ni el miedo. Así lo ha proclamado Francisco desde el inicio de su pontificado con Evangelii Gaudium.

En la gestión, liderar desde la alegría es clave. Los ambientes positivos, donde se celebra, se reconoce y se agradece, generan equipos creativos, resilientes y motivados. La alegría no es ingenuidad, es fortaleza interior.

El buen líder contagia esperanza y entusiasmo.

6. Fraternidad universal (Fratelli tutti)

Francisco siempre nos recordó que todos, todos, todos somos hermanos, más allá de diferencias de origen, cultura o creencias. Es una llamada a construir puentes, no muros.

En la empresa, esto significa promover entornos inclusivos, relaciones de respeto, confianza y equidad. Reconocer la dignidad de cada persona y apostar por estructuras colaborativas y humanas.

El buen liderazgo construye fraternidad y comunidad.

Podría resumir todas estas ideas en una frase del Papa que me acompaña desde la JMJ de 2023: “No sean administradores de miedos, sino emprendedores de sueños.”

Creo que esta es también la misión de quienes lideramos proyectos y equipos: gestionar desde la confianza, abrir caminos, primerear, apostar por las personas y no dejar que el miedo al cambio, al fracaso o a la incertidumbre nos paralice.

Como creyente y como profesional, sigo convencido de que es posible –y necesario– liderar con alma. Y que la fe, lejos de alejarnos del mundo, puede iluminarlo, humanizarlo y transformarlo.

El autor es miembro del Consejo Rector de Arizmendiarrieta Kristau Fundazioa