Este lunes cumple 22 años el tenista Carlos Alcaraz. Más allá de que pueda caer mejor o peor, más allá de que en las últimas semanas un documental de Netflix haya mostrado aspectos de su vida como su gusto por la fiesta que muchos puristas de la entrega total han criticado, el chaval tiene 4 triunfos en torneos del Grand Slam en su bolsillo. Ha ganado las 4 finales que ha jugado en los principales torneos –1 en Roland Garros, 2 en Wimbledon y 1 en el US Open– y, pese a sus vaivenes, apunta como uno de los máximos favoritos del Garros que arranca en unas semanas.
Una estrella precoz bajo presión desmedida
Esas 4 victorias en torneos de esta índole le colocan empatado con una leyenda como Manolo Santana, solo superados por las 22 del mito Nadal, entre los 40 jugadores en la historia que más han ganado –¡con 22 años!–, pero, por su cercanía en el tiempo con el fenómeno Nadal, está recibiendo una presión externa –quién sabe si también interna– a todas luces excesiva. Que cuando apenas llevas 4 años en los grandes torneos algunas voces te quieran exigir o mencionar siquiera al Big Three –Djokovic, Nadal y Federer, con más de 20 Grand Slams cada uno– es toda una insensatez.
Y más si tenemos en cuenta que el panorama ahora mismo en el tenis masculino es bastante potente por no decir muy potente, mucho más poderoso que en las décadas de los primeros 2000 y la década pasada. Jugadores como Sinner, Ruud, Zverev, Medvedev, Tsisipas, Rune, el propio Djokovic, De Minaur, lógicamente Alcáraz y varios más tienen un nivel general más poderoso que la elite de hace 5 o 10 años, con lo que hacerse con triunfos de renombre está muy caro –para todos–. Así que pretender que Alcaraz, pese a su evidente maestría, ocupe el espacio dejado por Nadal, aparte de injusto es una osadía, porque jugadores así quizá nazcan cada 50 años. Alcáraz seguro que recorrerá un gran camino y disfrutarlo es lo mejor que podemos hacer, sin comparaciones.