Miro el cartel de Sandra Nadal, Hogar pamplonica, que este año anunciará las fiestas de San Fermín y veo muchas cosas más allá de lo que muestra. Creo que es más una obra de arte que un cartel por la manera en que está pensada y creada, de hecho es parte de un cuadro más amplio. Como que si se colgara en una pared necesitaría espacio blanco alrededor y un cierto silencio, hasta algo de viento suave, para no perturbar la escena.
No sé como resultará el efecto de verla multiplicada en carteles, comercios, camisetas, etc, entre el ruido de la fiesta y la multitud, porque de alguna manera ese es el objetivo del cartel cada año, mas allá de anunciar unas fiestas que no necesitan ya mucho anuncio. Esos balcones que ella pinta pretenden ser, según ha comentado, una ventana abierta al mundo, una manera de mostrar desde la sencillez y lo local una fiesta universal. Pocas cosas hay más cotidianas en la fiesta que el hecho de lavar la ropa blanca. Esa ropa que casi se guarda de un año para otro y se saca puntualmente cada 5 de julio.
Y me encaja su explicación de que la imagen está captada con la fiesta ya pasada, porque es ese día cuando la mayoría lava, lavamos, el pañuelo (hay muchas historias también dentro de cada pañuelo de San Fermín) y la faja para guardarla un año más. Y es entonces cuando se crea esa imagen de la ropa al sol con los colores que hasta entonces han sido la tonalidad uniforme de toda una ciudad, blanco y rojo, a veces azul, a veces verde también. Lo que busca la autora es captar la belleza de las simples cosas que cantaba Mercedes Sosa, esas cosas simples que, como dice la canción, las devora el tiempo. Y es que ya no es frecuente ver en las calles la ropa tendida, ni en San Fermín ni el resto del año. Las nuevas viviendas vienen con tendederos ocultos e incluso se impone a la antiguas el tapar los que ya tienen, como si mostrar la ropa ensuciara las ciudades. En los pueblos no pasa, allí la ropa se seca al sol todo el año, pero en la ciudad algo ha cambiado y con ello cambia el paisaje urbano. Sandra ha querido poner la mirada en un gesto sencillo que nos remite al hogar, a lo íntimo; curioso para anunciar unas fiestas que se viven casi al 100% en la calle, de puertas afuera.
Reivindica un balcón abierto al mundo para que la fiesta se expanda y es hermosa esa intención. Y lo hace con un tiempo lento, el de la pintura al óleo, frente a la velocidad de las nuevas tecnologías y la IA. Creo que el cartel, más allá de lo que vemos en esas ventanas, es una invitación a vivir las fiestas de una manera más recogida, más lenta, más con los tuyos. Una invitación a disfrutar de las cosas simples, esas que en San Fermín y también el resto del año, suelen ser las más gratificantes.