Lección de astronomíaIñaki Porto
La Sinfónica de Navarra supo crear la mejor atmósfera (nunca mejor dicho) para exponer la conocida obra de Los Planetas de Holst. Una breve explicación de cada sección que describe la ensoñación del compositor inglés sobre cada planeta; unas coloristas y correctas (sin exagerar) proyecciones de luz; y, sobre todo, una magnífica versión musical de los intérpretes: Perry So, la orquesta reforzada por los estupendos alumnos del Máster de Musikene de San Sebastián –precisamente hace muy poco, DN. 19-3-25, tuvimos ocasión de escucharles en el MUN– y la Coral de Cámara de Pamplona. Así que todo el esplendor cinematográfico que desprende la partitura, llegó al oyente en las mejores condiciones. Perry So, por su parte, dio a cada planeta su luz, su misterio, su arrebatador sonido ideado por Holst, su grandeza, y su tempo.
Orquesta Sinfónica de Navarra Coral de Cámara de Pamplona (David Gálvez, dirección).
Con la colaboración de alumnos del Musikene de San Sebastián, y del Planetario de Pamplona.
Programa: R. Strauss: Muerte y transfiguración. G. Holst: Los planetas.
Lugar y fecha: Baluarte. 22 de mayo de 2025.
Incidencias: Tres cuartos de entrada.
El comienzo del Marteguerrero es espectacular, rotundo, lleno de fuerza, con una orquesta compacta, capaz de abarcar y romper el silencio del cosmos. Venus viene a calmar la situación: hay buenas prestaciones de los profesores solistas: trompa, concertino, oboe, chelo, arpas, y la celesta, que está, obviamente, muy presente en toda la obra. Es muy hermoso el sonido de la cuerda tan nutrida, un sonido especialmente majestuoso en Júpiter. En Saturno tenemos la oportunidad, también, de gozar de unos sonidos cavernosos en la cuerda grave; y es que Holst imagina este planeta ligado a la ancianidad, a la lentitud. Mágico Urano, con protagonismo en fagotes. Y un maravilloso y contrastado pianísimo para el místico Neptuno. En este último número entra el coro con una vocalización muy comprometida, por los agudos, por su corta duración (te la juegas en pocos compases), y, en teoría, de poco lucimiento; sin embargo la Coral de Cámara de Pamplona (voces blancas) se lució, estuvo impecable (cantando en off, fuera de escena) en la dosificación del regulador descendente hacia el pianísimo; fue un final lleno de misterio, donde las voces se acoplaron estupendamente a la sonoridad de la orquesta (bello pianísimo, también), sin sobresalir de más, pero presentes. Una versión fluida y estupenda del titular, que cuidó en todo momento, la claridad expositiva de la narración fantasiosa de Holst.
Abrió la sesión, la Noche Transfigurada, de R. Strauss. Hizo bien el director de la velada de aprovechar la orqueste con un gran poema sinfónico. Es un privilegio escuchar estas obras en directo y a la orquesta local. La versión de Perry So, me pareció un poco precipitada en la primera parte, y muy hermosa, en la segunda, donde logró ese equilibrio que debe tener el director entre dirigir la música, o dejar que la música le dirija a él. Siempre debe dirigir el director, está claro, pero, también, debe dar esa sensación de que él, y todos los espectadores, somos arrastrados por la música, sobre todo en estas obras en las que es tan importante el demorarse en los reguladores. No es cuestión de durar más o menos, sino de que la intensidad siempre te envuelva, y dar tiempo a ser asimilada. Pero bueno, esto es un manía personal. El público salió encantado. Una de las veladas más bellas, se comentaba. Y aplaudió con ganas.