Se quitó la vida porque ya no podía más. Mujer, mediana edad y con “problemas”, esa odiosa coletilla con la que muchas veces reducimos la vida de alguien al que quizás preferimos mirar de reojo antes y después. Hoy me quiero detener en la manera tan cruenta que escogió para marcharse porque es un grito aterrador de auxilio a una sociedad que invisibiliza a personas que viven al límite. Intuyo que ella nos quiso dejar un mensaje, y por eso lo hizo a plena luz del día. No busco culpables, tampoco la conocía, pero me trasladan algunas pinceladas de su vida que me han hecho reflexionar. No voy a dar ningún detalle, solo quiero lanzar un aullido de impotencia como lo hizo ella. El suicidio sigue siendo tabú, nos quedamos con el silencio, no indagamos más. Por respeto o quizás por cobardía. En Navarra 58 personas se quitaron la vida voluntariamente el año pasado y se activaron 312 códigos de suicidio desde Salud. Detrás de estas cifras hay una historia que muchas veces solo conocen los círculos más íntimos. Heridas emocionales, de salud mental que si no se sanan provocan depresión, desesperación o frustración cuando no brotes psicóticos. En definitiva, problemas que si no se atajan de raíz, si no hay un apoyo social detrás, no se solucionan con pastillas. Y hay un consumo brutal de ansiolíticos para seguir funcionando como si nada pasara. Si no tienes unos mínimos para vivir dignamente, una vivienda, unos recursos, alguien que te escuche o una familia que te quiere, si te has separado o ni siquiera sabes qué le pasa a tu cabeza, es muy difícil mantener un equilibrio. También si las consultas para salud mental tardan semanas en su primera cita y meses para una revisión...La semana pasada el departamento de Salud/Osasunbidea del Gobierno de Navarra destacaba la nueva estrategia que se va a implantar en algunos centros de primaria donde se pone el foco en la prevención y en tener en cuenta los factores sociales que impactan en la salud de las personas, es decir, que habrá profesionales que hablen con familiares y con el entorno social y comunitario (servicios sociales, colectivos, etcétera) para buscar cómo ayudar a esas personas. Empleo, educación, vivienda, relaciones sociales... todo influye en la salud física y mental de las personas. Se sabe por ejemplo que municipios y barrios con mayor renta per cápita presentan mejores indicadores de salud. O que el 43% de las personas que se suicidan tenía rentas inferiores a 18.000 euros/año (un 34%) o pertenecía a colectivos exentos de pago (9%). Salud, dinero y amor van de la mano, sin duda.