Tres jóvenes científicos españoles han creado una etiqueta inteligente que detecta las bacterias en la comida. Gracias a ella se puede saber si un alimento está en perfectas condiciones o si tiene bacterias como la Salmonella, la E. coli o la Listeria, entre otras. Según explican estos investigadores, a medida que las bacterias se multiplican, generan compuestos que interactúan con el indicador de la etiqueta, provocando un cambio gradual de color de blanco a negro. Se puede poner de fábrica en el propio envase o también se puede usar con los alimentos una vez abierto el envoltorio y por ello proponen comercializarlo bien entre productores de alimentos (a los que igual no les apetece poner tanta información en sus envases) como entre consumidores. Gracias a este trabajo aspiran a ganar el Premio de Jóvenes Inventores de la Oficina Europea de Patentes. Mucha suerte.

Yo reconozco que me sigo orientando por los métodos tradicionales de mirar, oler e incluso meter el dedo y probar para ver si algo está comestible o no, pero reconozco que puede ser muy eficaz contra todas esas bacterias invisibles que se alojan por ahí. Si además sirve para evitar el desperdicio alimentario tanto mejor, teniendo en cuenta que según las Naciones Unidas desperdiciamos una quinta parte de todos los alimentos disponibles para el consumo humano y esto, además, genera el 8% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.

Qué interesante sería poder ponerle una etiqueta así también a algunos políticos y sus amiguetes en medio de la frente. ¿Se imaginan? En fin, a ver en qué para todo esto y cuántos filetes podridos salen todavía de los frigos del PSOE y el PSN