Tenerla larga induce a presumir. En muchos órdenes de la vida. Una cola larga visible es reclamo del éxito de una convocatoria: en oposiciones, en estrenos y ofertas comerciales, en despachos de entradas, en el reparto del calendario municipal, en espera para ubicación preferente en un concierto, a las puertas de una atracción turística, en el acceso a un teatro, cine, restaurante o recinto deportivo. Cuanto más larga y nutrida, más vigorosa. También ante las taquillas de la plaza de Toros de Pamplona en la semana de renovación de abonos para la Feria sanferminera. Yo estuve el primer día y hablo de lo que vi. Seis taquillas habilitadas: tres para pago en metálico o con tarjeta bancaria, tres para recogida de abonos ya pagados mediante trámite bancario previo documentado. Las primeras, con decenas de personas en cada una; en las otras, afluencia con cuentagotas. La espera en las concurridas rebasaba la hora de duración. En torno a las 19.30 (cierre a las 20 horas), comparecieron una “alguacililla” y dos “areneros”. Ella, resistente a las quejas, dispuso de hecho y de forma ordenada la expedición de abonos por pagar en una de las taquillas habilitadas para los ya pagados. Los “areneros”, pertrechados con soporte y cinta extensible, delimitaron el final de las colas. Cintas rojas en lugar del rojo aplicado a los círculos concéntricos del ruedo. Vigilantes de que nadie se saltara la frontera. En ese momento aparecen los de la flauta, los que van por si suena y alguna taquilla les puede atender antes de la hora de cierre. Con este procedimiento (3 y 3), la MECA induce a la compra previa mediante transacción bancaria. Por aburrimiento. Por escarmiento en la espera. La MECA es lenta en innovaciones cual faena de Morante. Antaño aplicaba el procedimiento alfabético y sectorial y el pago en efectivo. La tarjeta tardó en llegar. Y seguro que hay métodos virtuales más cómodos. También con colas y esperas. Que no se ven, pero se sufren.
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