Igual fue una señal. O simplemente la luna llena no quería competición en su cielo. Quería brillar sola. Me refiero a lo ocurrido en los fuegos artificiales del día 10. Que el ordenador se volviera un poco loco y disparara en apenas unos minutos el 90% de la colección Pamplona, color y emoción es algo que ya queda para la historia de estas fiestas como los fuegos más breves e intensos que se recuerdan. Supongo que la pamplonesa Andrea López Lana se habrá llevado un buen disgusto después de tanto tiempo y esfuerzo invertido en preparar esa noche. Era la primera vez que una mujer de Pamplona estaba al otro lado de los fuegos y eso era un reto que no merecía ese final. Para el resto fue desconcertante, pero para ella será difícil olvidar este accidentado debut que le ha dejado fuera del concurso. Por suerte el fallo no tuvo ninguna consecuencia entre el público, que hubiera sido lo peor. Por darle la vuelta y mirarlo de otro lado, quizás por una vez las máquinas, de las que tanto dependemos, han superado a los humanos y han entendido que, a veces, los Sanfermines son precisamente eso, quemar todas las naves una noche como si no hubiera mañana. Iluminar el cielo de colores en un estallido de emoción sin normas ni cronómetro. Apostar por vivir a tope ese momento fugaz e intenso y dejar fuera lo demás. No pudimos ver los fuegos, pero fue un placer mirar la luna.
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