Es uno de famosos relatos de la mitología griega plasmado por los grandes pintores a lo largo de la historia. El mito escenifica el secuestro de la princesa fenicia Europa por parte de Zeus, quien transformado en un toro blanco la secuestra y traslada a Creta donde la seduce y procrea con ella dos hijos. La traducción racional posterior del mito lo convierte en el origen del nombre de lo que se conoce en la historia como Europa. Una historia de engaño, violencia, seducción, sumisión y poder. Aquella Europa no lo tuvo fácil y esta Europa no lo tiene fácil. El mundo está cambiando y ya es otro y en ese nuevo escenario la actual UE ha perdido su lugar, su influencia y su poder. Las imágenes que decoraron la firma del humillante acuerdo entre Von der Leyen y Trump para imponer sus aranceles a golpe de chantaje reflejan en toda su dureza esa decadencia. EEUU impone más gasto en armas a costa de inversión en sanidad o pensiones, los aranceles dejan en una posición más difícil cada vez a importantes sectores de la economía y la industria europeas, se elimina al mismo tiempo los impuestos a las grandes corporaciones estadounidense en la UE y al fondo se vislumbra el objetivo final: la eliminación de las capacidades políticas y del Estado de Bienestar europeos. Un acuerdo de aranceles que será negativo para todos los ámbitos y ante el que la propia Cámara de Comercio de Navarra apuesta por diversificar y buscar nuevos mercados. De los valores originales de la UE, de su Estado de Bienestar, de sus compromisos con la legalidad y el derecho internacional y los derechos humanos queda poco o nada, porque conforme los intereses económicos y los lobbies empresariales y financieros, la apresurada ampliación al este y las obligaciones de la geopolítica han llevado a Europa a dejar de ser lo que apostó por ser, su función en el concierto internacional ya no tiene credibilidad y su voz depende de otros. Eso es lo que traduce el rapto de Europa en este siglo XX, secuestrada y sometida su capacidad para tomar sus propias decisiones libremente al chantaje y las amenazas constantes ahora de Trump –el fantoche que sustituye aquella imagen de Zeus convertido en un hermoso toro blanco–, una relación en la que ni siquiera hay seducción en juego. E inmersa en la desunión interna y en un conflicto en sus fronteras tras la invasión rusa de varios territorios de Ucrania en cuya posible solución ni está ni se le espera. Lo hemos visto también en el bochornoso papel que juega la UE ante el genocidio en Palestina, donde sus dirigentes no pasan de un bla, bla, bla... sin medidas efectivas ni posiciones con capacidad de obligar a Israel a detener la matanza del pueblo palestino, 61.000 personas asesinadas en 22 meses, la mayoría inocentes y más de 18.000 niños y niñas entre ellas. El peso internacional de la UE, dirigida por una elite política inepta, desconcertada y débil con Von der Leyen y Kallas a la cabeza, es mínimo ante los grandes acontecimientos que dirigen esta transformación global del mundo. La imagen hoy de la UE y de sus principales representantes están muy lejos de poder abanderar los valores políticos, socioeconómicos y humanistas originales. Y muy alejada también de la belleza simbólica que el mito atribuía a aquella joven princesa llamada Europa, cuyo nombre dio lugar a la civilización europea.
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