El fuego abrasa miles de hectáreas y, de paso, a políticos insensatos. Genera desolación por tantas pérdidas naturales, materiales, humanas y sentimentales entre llamas voraces. Provoca desconsuelo, incluso, porque desnuda una clase institucional grotesca. Días aciagos en los que se asiste a esperpénticas peleas partidistas mientras avanza imparable una destructiva cadena de voraces incendios. La execrable polarización a la que se asiste en esta legislatura también sobrevuela las tragedias como vulgares sanguijuelas. No hay tregua ni disculpa honrosa. Así se explica más fácil ese tendencioso uso de la inmigración por parte de la ultraderecha, que tanto descoloca al PP y que arrastra con sus sonoros decibelios la suficiente adrenalina para agitar conciencias.

No es de recibo el desdén del presidente Mañueco desde una hamaca vacacional sin acudir presto a su autonomía en medio del pavoroso siniestro. No es de recibo la incomprensible mofa del ministro Puente con la quema de buena parte de su tierra. No es de recibo que el líder del PP se enrede en torno a las competencias sobre medio ambiente para aguijonear la reacción del Gobierno estatal. No es de recibo que Sánchez anteponga los diálogos estratégicos con Illa y Zapatero de cara a su futuro inmediato sin robarles siquiera unos segundos para recordar desde un primer momento que comparte el dolor de tantos afectados y el esfuerzo abnegado de tantos bomberos sin medios, preparación cuestionable y ni sueldos dignos. No es de recibo que la Junta de Castilla y León acribillara los presupuestos contra los efectos del cambio climático aceptando las demenciales exigencias de Vox y minimizara hasta la racanería las dotaciones en favor de la política forestal, seguridad incluida. La sumisión ha salido demasiado cara.

Sin embargo, la desbordada carga emocional de un sinfín de imágenes patéticas desgraciadamente no logra el consuelo suficiente ni genera el debate sereno sobre su origen, excepción hecha de los desaprensivos pirómanos. Las advertencias de muchos sabios hombres del campo sobre los fundados riesgos que entraña tanta desatención a los montes afloran ahora en medio de estas catástrofes. Apenas tendrán eco. Idéntica suerte les esperará a las reiteradas reclamaciones de los profesionales que afrontan las extinciones. Barriobajeras y estériles disputas políticas en torno a las competencias lo eclipsarán. Así eludirán la cuestión mollar. No hay nivel.

En el esquizofrénico debate de la inmigración también faltan luces y sobran intereses bastardos. Abascal ha llevado esta afrenta a la convivencia hasta cotas solo propias de kamikazes. A su estilo. Demonizando como siempre a quien le cuestiona sus cruzadas. En este caso, la Iglesia. Incluso, a cambio de desagradar con este desbocado pulso a buena parte de su sorprendida clientela, precisamente en su momento de mayor crecimiento demoscópico y de afiliación. Le queda el triste consuelo de un rancio apoyo del arzobispo de Oviedo, voz discordante de la Conferencia Episcopal y capaz en su demencial análisis de hablar de “moritos” para referirse al credo musulmán. No debería olvidarse la devoción personal del líder de Vox hacia el asturiano Don Pelayo, supuesto fundador de España.

La rémora del PP

Los populares se atragantan con la inmigración. Les arrastra a mirar por el retrovisor sin desmayo a sus rivales electorales. Una posición timorata que les desdibuja, pero fundamentalmente les acerca a posiciones nada aleccionadoras para un partido con responsabilidades de Estado. Es por ahí donde se diluye la esencia de esos cánticos al centrismo que profesa Feijóo para ensanchar su granero de votos. Peor aún, no se atisba propósito de enmienda alguno para enderezar un rumbo que en nada beneficia al partido. La fotografía de Jumilla resulta hiriente. Ir de la mano con la ultraderecha te puede acabar abrasando. Ya ocurrió hace dos años. En Génova siguen sin saber que, en cuestiones trascendentales, se prefiere el original a la copia.

Y en esta xenófoba parcela, Vox gana sin discusión. La onda expansiva de la última polémica sobre la inmigración ha eclipsado, no obstante, la denigrante actuación de más de un gobierno en la distribución de los denominados menas. Varios meses después de infructuosas reuniones y, sobre todo, de permanentes confrontaciones dialécticas, el primer envío se ha reducido a un escuálido grupo de solo diez menores a una ONG de Gijón sin previo aviso a su ayuntamiento. Funesto. La triste demostración de una política insensible ante una realidad que apela a un inaplazable gesto de comprometida solidaridad.