De repente, a la televisión le ha dado un ataque verificador y somete las noticias a la máquina de la verdad, poniendo en duda la capacidad de la gente para discernir la certeza entre los bulos. ¿Y por qué los periódicos publican cada día el horóscopo, soberana tontería? La Sexta, capitaneada por Ceaucescu Ferreras, y también TVE se ocupan hoy, pero antes no, de verificar la información como arte dogmático y en esa tarea, un poco de tutelaje, se afanan Javier Ruiz y Jesús Cintora en sus respectivos espacios de debate, Mañaneros y Malas lenguas.
Ya me conformaría con que esas y todas las cadenas cuidaran el pluralismo y la calidad de los telediarios y, de paso, echaran un vistazo a su pretérito profesional. El problema es que tenemos memoria. Aquí estamos doctorados en la abominación de las noticias amañadas tras años de sufrir la tergiversación que tanto daño produjo a nuestro país y ser testigos de campañas de destrucción personal contra Garaikoetxea, Ibarretxe, Urkullu, Ardanza, Atutxa y Arzalluz, el más castigado por los medios españoles y los diarios locales de tradición franquista. Aún recordamos entre vómitos la patochada del “espíritu de Ermua”. ¿Y qué decir de la tromba de falsedades que aún soporta Catalunya y sus líderes soberanistas, humillados hasta el oprobio por las emisoras que transmitían fielmente el veneno del laboratorio de Villarejo? Me río de la verificación y sus ínfulas parroquiales cuando las comparo con la intoxicación informativa antivasca, no tan lejana. Si tuvieran conciencia de la repulsa que hemos guardado los ciudadanos vascos hacia la tele y los medios españoles no se atreverían a aparentar ahora rigor en las noticias. Tienen un pasado que abochorna, pendiente de un buen repaso moral, como Felipe González y Aznar.