Síguenos en redes sociales:

A pie de obra

Paco Roda

Kilian Soria

Kilian SoriaEFE

A veces, la edad es un castigo que te sienta bien. Y ocurre que vives en un cuerpo que soporta sin rechistar todas las inclemencias y penitencias a que lo sometas. Hay gente con suerte genética y cuerpos sin edad que viven como si solo tuvieran la eternidad por delante.

Kilian Jornet y Carlos Soria son así. Y protagonistas estos días de hazañas y proezas estratosféricas. Son gente que envidio. En parte. Porque siguen siendo valientes mientras la edad psicológica no coincide con la edad social o biológica.

El último proyecto de Kilian Jornet es States of Elevation y consiste en enlazar las cimas de más de 4.267 metros de los estados contiguos de USA, en bici y a pie.

Carlos Soria con 86 años se ha convertido en la persona de mayor edad en ascender un ochomil. Lo hizo el otro día llegando al Manaslu (8.162 m). Oscar Gogorza dice que: “La fortaleza de Soria no reside en su capacidad para mantenerse en forma, sino que su motor tiene que ver con la ilusión casi irracional por escalar montañas”.

Algo parecido mueve a Jornet, la experimentación de lo sublime, del límite llevado al extremo, de la tensión máxima ejercida sobre el cuerpo y la mente para convertirlo todo en un placer irracional.

Pero ya en el siglo XVIII, lo sublime, la búsqueda del vértigo, de la tensión frente al paisaje agreste e irracional, hizo furor entre los primeros turistas que visitaban los Alpes.

El otro día, cuando oí que Carlos Soria había subido al Manaslu con esa tacada de años, me acordé de Rustam Nabiev, un exmilitar ruso que perdió sus piernas en un accidente y también subió al Manaslu. Lo hizo en 2021 sin piernas, solo apoyándose en sus manos y la ayuda de sus compañeros de cordada en los pasos más críticos.

Con esto no niego valor a las gestas de Kilian y Soria. Solo faltaría. Lo que me preocupa es la idealización y la referenciación ejemplarizante de gestas personales imposibles para el resto de los mortales.