El Alderdi Eguna del PNV no es solo una cita festiva para la militancia jeltzale. Año tras año, es también un termómetro político de primer orden, un espacio en el que proyecta un mensaje de estabilidad y rumbo. Además, la edición de este domingo tuvo un carácter especial: fue el primero con Aitor Esteban como presidente del Euzkadi Buru Batzar, tras los doce años de liderazgo de Andoni Ortuzar. El relevo simboliza continuidad, pero también el inicio de una nueva etapa. Y esta época comienza en un contexto internacional complejo y preocupante para la CAV y Navarra. Esteban lo puso de manifiesto en una intervención en clave humanista, que entronca con el posicionamiento histórico del PNV ante los conflictos bélicos, y que aplicó al caso de Gaza, que no dudó en categorizar de genocidio.
El Alderdi Eguna celebrado este domingo fue novedoso en la forma, con un escenario circular y central que proyectó la idea de un partido anclado en el medio frente a un mundo fragmentado y una política que desprecia la moderación. Esteban reafirmó la tradición del PNV, como partido que ocupa el centro del tablero, como fuerza capaz de tejer acuerdos y aportar estabilidad. Y no es casualidad. La centralidad política ha sido la clave de su larga presencia en las instituciones, y sigue siendo su principal activo en tiempos de polarización. Es esta posición, que apuesta por “armonizar” y “coser” una sociedad plural como la vasca, la que reivindicó frente al modelo que defiende EH Bildu, más pendiente de explotar los problemas que sumarse a los acuerdos como por ejemplo el pacto de salud.
Esteban auguró que llegarán cantos de sirena para ir en listas conjuntas cuando alumbre la cita electoral, una oferta que el propio Otegi ha desbaratado al pedir una vuelta de 180 grados a las políticas del país. En el horizonte inmediato asoma el nuevo estatus cuando todavía queda por completar una parte del que el pueblo vasco refrendó en 1979. Esteban fue muy claro en el mensaje que envió a la militancia. El PNV no escatimará esfuerzos pero solo estará en el pacto si hay un salto de nivel en materia de autogobierno, un impulso que pasa por el reconocimiento nacional, las garantías en el arbitraje con el Estado y la presencia de Euskadi y Navarra en el exterior. El riesgo de un acuerdo vacío de contenido, sin avances en soberanía, es elevado, tanto por quienes aquí parece que se ufanan de no cumplir el actual Estatuto como por la toxicidad del clima política en Madrid.