Los ricos no trabajan, viven de las rentas. Como todos los clichés que, al generalizar, eliminan diversidad, este también se sostiene sobre cimientos de hormigón. Cuando en otro tiempo lo escuchaba me trasladaba a una realidad líquida de límites difusos. Me imaginaba líneas con cifras cada vez más largas terminadas en ceros y documentos firmados con estilográfica viajando de una mesa a otra. No sabía concretar a qué se refería eso de las rentas. Después ya entendí que consistía en acumular propiedades inmobiliarias, viviendas, locales comerciales, pisos en la costa, y cobrar por su alquiler. El patrimonio no es sólo natural, cultural o histórico. Ocupa volumen, está hecho de hormigón, madera y azulejo y se traduce en cifras. La Agencia Tributaria ha analizado las fuentes de ingresos de los principales municipios por barrios y ha concluido lo que la sabiduría popular ya conocía. Trabajar para vivir es de pobres.
Un ejemplo. En el barrio más humilde de Valencia el 83% de los ingresos de los vecinos procede del trabajo. En el más acomodado, sólo el 43%. ¿El resto? Rentas de inversiones y actividades económicas, ganancias patrimoniales. Old money. O nuevos ricos bien asesorados.
Gonzalo Bernardos, profesor universitario de Teoría Económica en la Universidad de Barcelona y colaborador habitual en medios, avisa de que pagar un alquiler es una trampa mortal. En esta cultura anclada en valores seguros, nuestras madres ya nos avisaban, así nunca tendrás nada. Hoy unos cuantos veinteañeros y treintañeros entregarían la mitad de sus noches y veranos y un pedazo de su alma a cambio de un piso de alquiler. Cada vez que uno entra en el mercado hay miles de fauces abiertas esperando devorarlo. Aunque el precio de la independencia sea demencial.
Conozco familias que no han podido renovar el contrato que firmaron hace cinco años por la subida de precio. Y otras que llevan tres décadas trabajando y sueñan con vivir de las rentas.