En 1950
Más concretamente el día 8 de octubre, fue inaugurado el monumento dedicado a San Ignacio de Loyola, situado a muy pocos metros del lugar donde, según la tradición, cayó herido. La prensa local llevó a cabo todo un despliegue informativo, señalando que el monumento era una reproducción en piedra, realizada por el navarro Áureo Rebolé, del original en bronce expuesto en Loyola, que a su vez era obra del escultor catalán Joan Flotats. La obra fue inaugurada en domingo, en ambiente de fiesta, con profusión de banderas nacionales y en presencia del arzobispo Enrique Delgado Gómez y el alcalde Miguel Gortari.
En la crónica publicada en Diario de Navarra se explicaba detalladamente que Íñigo de Loyola se encontraba en 1521 “defendiendo” Pamplona contra los franceses, que arteramente habían asediado Pamplona. Y que Loyola fue súper valiente y cayó gravemente herido, siendo transportado hasta su casa de Azpeitia por los propios franceses.
Hoy en día
Y gracias a la labor de algunos buenos historiadores, sabemos que la leyenda montada en torno a San Ignacio en Pamplona es una patraña. Sabemos, por ejemplo, que Loyola se encontraba en 1521 atacando Navarra a las órdenes de Carlos I de España y V de Alemania. Y que Navarra había sido conquistada en 1512 a sangre y fuego. Y que la población de Pamplona quiso linchar a Loyola y los suyos por bombardear la ciudad. Y que los “franceses” del cuento eran en realidad tropas enviadas por el legítimo rey de Navarra para recuperar la independencia perdida. De hecho, el “francés” que se ocupó de llevar a Ignacio a Azpeitia se llamaba Esteban de Zuasti, patriota navarro que participaría en la batalla de Noain, y que murió en 1525 en Hondarribia, luchando por la independencia de su país.
Y es que el monumento a Íñigo López de Oñaz es un insulto a la Historia de Navarra, y a la memoria de quienes a lo largo de ocho siglos defendieron y sostuvieron su independencia.