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Editorial

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Gernika es memoria y presente ético

El homenaje del presidente alemán a las víctimas del fascismo expresa el entendimiento de un deber ético y moral con una pedagogía cívica que sigue sin ser asumido desde el Estado español

Gernika es memoria y presente éticoEfe

El presidente de la República Federal de Alemania realizó este viernes en Gernika un acto de altísimo valor moral, ético y democrático. Casi nueve décadas después del bombardeo, ver al jefe del Estado alemán inclinarse ante las víctimas, reiterando la petición de perdón, y asumir la responsabilidad histórica por los crímenes pasados, sitúa a su país en el lado correcto de la memoria y la decencia política.

El de este viernes fue un ejercicio de pedagogía cívica; el ejemplo de un Estado maduro que muestra a su ciudadanía –y al resto del mundo– que los horrores cometidos por otros en nombre de su proyecto nacional obligan a un compromiso sostenido con la verdad, el reconocimiento y la reparación. En ese contexto, la presencia de Felipe de Borbón en Gernika como mero acompañante visualiza una incomodidad estructural.

Mientras el presidente alemán formula el perdón y no elude la responsabilidad histórica, el jefe del Estado español se limita a compartir foto y agenda. El contraste es elocuente. Es tiempo de desactivar la coartada del debate español sobre la falta de conexión con el pasado. Perdón han pedido los lehendakaris del Gobierno Vasco a las víctimas de ETA por una violencia que les amenazaba también a ellos y perdón ha pedido Alemania, asumiendo la responsabilidad moral de reparar y educar en la memoria.

Es obvio que los gobiernos democráticos no son responsables de aquella brutalidad, pero eso no les libera del compromiso con las víctimas. No es una cuestión de culpabilidad individualizada, sino de continuidad institucional: el Estado sucesor –muy directamente en la designación de su Jefatura– de aquél represor y homicida que durante cuatro décadas desarrolló su modelo nacional, debería, en su presente democrático, reparar moralmente a quienes lo sufrieron.

Al Estado español se le pide un gesto político y ético a la altura del sufrimiento causado en Gernika como mecanismo para cerrar heridas desde la verdad, y para cerrar el paso al revisionismo y el olvido interesados. Ese debería ser el aprendizaje de la experiencia de este viernes en Gernika. Nunca la instrumentalización del espacio físico y el relato para buscar un protagonismo ajeno al objetivo ético de su simbología, como lo hizo una fraccionada izquierda radical que se reivindica y que usó el día del viernes para su propia visibilidad política.